Hay quién recuerda dónde estaba o qué hacía cuando murió Kennedy. Cuando el hombre pisó la luna. Cuando murió Franco. Cuando cayeron las Torres Gemelas. Cuando Iniesta marcó el gol en Sudáfrica.

Los que estamos aquí, estoy seguro, recordamos cuándo escuchamos por primera vez una canción de Serrat. Cuando nos enamoramos de las canciones de Serrat o, mejor todavía, cuando nos enamoramos con una canción de Serrat. Cuando descubrimos que entre Serrat y nosotros había algo personal.

La música era y quiero creer que sigue siendo el tránsito al mundo adulto. Nuestros padres nos compraban la ropa, los tebeos, las chucherías y los libros. Pero los discos los comprábamos nosotros. Los discos nos definían, nos separaban de la generación de nuestros padres, nos hermanaban (o nos diferenciaban) de los miembros de nuestra propia generación. Antes de que existieran las descargas, nosotros grabábamos los discos de la radio, o de disco a casette, estando calladitos porque todavía no habían inventado el cable directo.

En una de esas radios, el último domingo de agosto de 1974, conocí yo a Serrat. Serrat actuaba esa tarde en el Cortijo Los Rosales y el locutor de Radio Juventud (cuando era una emisora de radio y no un socavón con un fenicio dentro), falangista y bujarrón, le dedicó un maratón de canciones.


Yo venía de un rayo de sol y la vida es una tómbola y descubrí, me parece, la poesía. Con Serrat aprendimos la diferencia entre rima y ripio. Serrat era aquel muchachillo de los dos lunares en las mejillas que traía encima la mala fama de no haber querido cantar el La la la en español.

Aquella tarde, tres o cuatro años después, yo aprendí que Serrat había triunfado sin la televisión. Un año más tarde, Serrat vino cojo al Cortijo Los Rosales, y nos presentó Para piel de Manzana y yo quise tener aquella guitarra cóncava a la que le faltaba un hombro.

Se podía entonces, como se puede todavía ahora, bucear en Serrat hacia atrás. Redondear su discografía para redondear su historia, que es la nuestra. Se preguntarán ustedes por qué vengo aquí a dar la brasa hablando de mí cuando lo que hago es presentar un libro. Es que Serrat somos nosotros. Serrat ha contado nuestra vida, la sigue contando. Todos somos hijos de un pueblo blanco, todos hemos nacido en un Mediterráneo aunque fueramos de secano, tuvimos una novia morena que abrió a la luna nuestros sentidos, fuimos entre el bar y la bolera rondando aceras, nos dieron a morder la piel de manzana, hartos de estar hartos le preguntamos al mundo por qué, nos inquietó la danza de nuestras Irenes en los alambres, lloramos al mar y a los amigos perdidos, nos hemos preguntado cómo serían nuestras vidas si hubiéramos nacido mujer y sabemos que aunque de vez en cuando la vida nos gasta una broma esperamos que cada día nuevo pueda ser un gran día.

Todo esto nos lo recuerda Luis García Gil en su nuevo libro. Luis recorre la discografía y la personalidad de Serrat, y lo hace desde la pasión, y desde la objetividad. Es un poeta que reseña a otro poeta (dice Jesús Cuadrado que canción-canción, Serrat tiene Tu nombre me sabe a hierba y poco más). Es un fan, un admirador, un estudioso que no se conforma con la bibliografía, demasiado escasa, que existe sobre el cantante.

Luis estudia a Serrat como producto de una España que buscaba el cambio. Serrat fue, quizás, el primer reivindicador de eso que hoy se llama la memoria histórica: gracias a él recuperamos a Machado, a Miguel Hernández, a Papasseit, a Benedetti. Nos contó la historia de un tiempo, de un país, como Luis ahora nos cuenta la historia de un hombre de un tiempo de un país. Desde la pasión, pero también desde la objetividad. Desde la admiración y el respeto, pero también con un punto de vista riguroso. Nos habla de la relación de Serrat con sus maestros e influencias, con los poetas a los que musica, con los músicos que le hacen los arreglos.

Lo mismo que en los años setenta los que queríamos saber más de Serrat buceamos en su discografía en catalán, esa que era tan difícil de conseguir, y donde descubrimos con asombro que Serrat era todavía mejor en su lengua paterna, Luis bucea en la historia, en los artículos de prensa, en ese envidiado contacto directo con el artista. Y nos revela a un Serrat profundamente humano, tierno, culto, en tránsito siempre. No se detiene en chafardeos quizá porque Serrat por fortuna ha dado poco pie a los chafardeos. Y nos demuestra a un Serrat fruto del encuentro positivo entre culturas, ya desde la forma en que se presenta al público con su nombre, mitad catalán, mitad castellano, y a veces tan denostado por los nacionalismos acérrimos de ambas partes, que todavía no le perdonan la historia del La la la, unos, ni que cantara también en la otra lengua.

Lo mejor que un escritor puede decir de un libro de otro es que le hubiera gustado escribirlo. A mí me hubiera gustado, Luis, escribir este libro. Pero leyendo y releyendo, me he dado cuenta de que gracias a ti ya lo he hecho, porque Serrat es todos nosotros, está en todos nosotros, y así lo cuentas.

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Comentarios

1
De: RM Fecha: 2011-01-12 09:25

Es el texto de la presentación que ayer hice sobre el libro "Serrat, cantares y huellas" de Luis García Gil. Una noche mágica a la que Al & Cris Tango, Javier Ruibal y Miguel Poveda cantando por Serrat pusieron broche de oro... o pulsera de plata.



2
De: Alfred Fecha: 2011-01-12 16:43

Qué forma de hacer el ridículo, la del concejal de cultura con la pulserita del Bicentenario. Ajú, pisha, no se les puede llevar a ningún lao...

Por lo demás, sí que estuvo bien el acto, sí.



3
De: Juan Fecha: 2011-01-13 12:00

La música de Serrat me viene al recuerdo casi desde que tengo uso de razón, por los discos de mi hermano. El primero que recuerdo es el single con "La Tieta", ahí es ná. Desde entonces soy un enamorado de su música, en español y en catalán, porque hay que oírlo también en catalán, sepas el idioma o no, dejando de lado nacionalismos rancios y absurdos. Un genio el Joan Manuel.



4
De: jmponcela Fecha: 2011-01-13 13:52

La cultura musical española es atroz.



5
De: Jesús Duce Fecha: 2011-01-14 14:19

Excelente y emocionante descripción sobre un cantautor que es y será siempre el Cantautor por antonomasía. Un verdadero poeta de la canción, como decíamos antes.
Serrat es el cantante que más me ha emocionado y del que más canciones tengo registradas en las entrañas de mi historia personal y sentimental. Canciones como "De vez en cuando la vida", "Esos locos bajitos", "Aquellas pequeñas cosas" o "Tu nombre me sabe a yerba", entre otras, contienen un halo de hermosura difícilmente superable.

Serrat está en todos nosotros pero desgraciadamente hay muchos que lo desechan y no lo quieren.



6
De: Alfred Fecha: 2011-01-15 04:35

Ellos se lo pierden.