Estará usted un poco más encabronado que anteayer, si fuma, y una pizquita más satisfecho, si no empalma, con perdón, un cigarrillo después de otro. Si nos vamos quedando atrás en el furgón de cola de Europa en tantas cosas, en esto de no poder fumar en sitios públicos por fin nos hemos equiparado al resto del mundo.
Desde ayer ya no se puede fumar en los bares, esos sitios donde uno acude a reponer fuerzas y de donde sale dando cambayás en muchas ocasiones, no por la priva trasegada, sino de pura falta de oxígeno. La ley en vigor hasta hace dos días, la que inició esta revolución, cometía el desatino de obligar a los restaurantes grandecitos a dividir entre fumadores y no fumadores, pero los bares chiquititos podían elegir. Y claro, en detrimento de su propia salud y la de sus empleados, se decidió que sí se podía fumar en locales diminutos, con lo que la concentración de humo era hasta peor.
Un mundo al revés que ahora se endereza. Ya han puesto el grito en el cielo, claro, no tanto los fumadores, que me temo que están hechos a esto de ser los nuevos parias del siglo veintiuno, sino los propietarios de bares, cafeterías y otros lugares de restauración y ocio, haciendo públicas unas cifras (un diez por ciento menos de beneficio, dicen) que para mí que son una sacada de la manga sin el más mínimo criterio científico, y si cuela cuela. Muy tonto hay que ser para no entrar en un bar a tomarse un cafelito o una tapita de ensaladilla porque no se puede fumar. A buen hambre no hay pan duro, ni cigarro que no pueda uno fumarse en el camino.
Me queda la duda de si se podrá fumar en las playas, que a fin de cuentas son el parque natural más grande que en Cádiz tenemos a la vista. Y, lo siento por mis amigos fumetas, pero ya no los veremos encerrados en jaulas en los aeropuertos ni fumando bajo la lluvia en la puerta de muchos sitios de trabajo. Yo, que no fumo aunque el humo me molesta lo justito si no se pasan, me alegraré cuando vuelva a casa después del cubatita del fin de semana sin que la ropa me apeste tanto que parece que he estado sofocando un incendio en California.
El problema será cómo se lleva a la práctica. Porque seguro que, para no meternos en líos, nos limitaremos a mirar con mala cara al transgresor que nos fume al lado con la anuencia del propietario insolidario. Que tampoco es plan de que te partan la boca en un renuncio en vez de fastidiarte los pulmones en silencio.
Publicado en La Voz de Cádiz el 3-01-2011
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