En la planta baja de Las Libreras, el viernes por la noche, presentado por Oscar Lobato, Juan José Téllez habla de su libro de relatos “Territorio estrecho”. A la misma hora, en el Palillero, y al día siguiente por la mañana, en el taller de cómic de Jorge González, el historietista Horacio Altuna nos habla de su visión de la profesión de dibujante de cómics, y de muchas otras cosas.

No creo que se conozcan, Juanjo y Horacio, pero me resulta curioso, y hasta gratificante, que el discurso de los dos, veteranos en las lides de sus respectivas profesiones, sea tan parecido, tan idealista y romántico, en el fondo tan de causa perdida. Porque ninguno de los dos ha perdido las ganas de plantar batalla (“la única bandera que me gusta es la bandera pirata”, dijo Juanjo; “si quieren aprender, aprendan de mis maestros”, nos reveló Horacio). Desde sus respectivas barricadas, cada uno en lo suyo, ambos viven por la pasión de sus oficios, una pasión que retransmiten, más allá de sus obras respectivas, por la mesura y la armonía de sus palabras. Escuchar tanto a uno como al otro, participar de sus reflexiones, de sus visiones del mundo y del momento, supone asomarse a una ventana que nos conecta con nuestro pasado, quizá también con todo eso que hemos perdido o hemos ido olvidando por el camino: la integridad de tu persona a través de la defensa de tu propia obra, el conocimiento de que eres parte de un momento y tu misión es en gran medida reflejarlo para mejorarlo.

Ahora que todo va deprisa sin saber a dónde nos dirigimos, reconforta (o quizá amarguea) recordar que hubo un tiempo en que sabíamos lo que no queríamos aunque no supiéramos qué se deseaba. Tanto uno como otro, con su palabra templada y su paciente sabiduría, nos han hablado, a un puñado de amigos, del oficio de escritor o de periodista (y Horacio Altuna, cada día en los periódicos de Argentina, ha medido y reflejado la actualidad política y social de su país con las andanzas del Loco Chávez como pocas veces más se ha conseguido en la historia del cómic) desde la integridad y la independencia. Son dos maestros, cada uno en lo suyo (aunque en el caso de Téllez lo suyo sean, a la vez, tantísimas cosas), dinosaurios de una época tan cercana que no nos damos cuenta de que ya pasó. No se llevan ni veinte años de edad y su discurso es el mismo, el de dos que cabalgan ya solos en una sociedad que se encamina a la deriva hacia una puesta de sol que ya no cree en utopías. Empezamos defendiendo la revolución y ahora ni siquiera somos capaces de luchar por conservar el poco estado de bienestar que nos dejan.


Publicado en La Voz de Cádiz el 19-12-2010

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Comentarios

1
De: Rafael García Fecha: 2010-12-20 21:09

Rafa tus entradas ultimamente en el blog destilan un claro tono de melancolia y añoranza. Espero que no estés pasando por un mal momento.



2
De: RM Fecha: 2010-12-20 21:26

Será la navidad.



3
De: Gonzalo Fecha: 2010-12-21 17:37

Buen trabajo! Arriba ese ánimo.