Irreverente, divertida, descarnada, descarada, mordaz, sexual, malhablada, juvenil. Misfits, la mejor serie de superhombres de todos los tiempos. Inglesa, provocativa, con cinco personajes que de puro normal, de puro pringao, de puro barriobajero y de puro adolescente de hoy se nos clavan en el corazoncito al momento.
La primera temporada fue un soplo de aire fresco. El primer capítulo de la segunda temporada empezada en UK esta misma semana promete más y mejores historias, más risas, más soledad, más lenguaje soez, más situaciones inéditas en los tebeos de superhéroes que esta serie no necesita referenciar (o sí, ahí tenemos a Nathan que de pronto decide que cuando acabe su libertad vigilada quiere hacerse artista de circo para explotar su poder de inmortalidad) y que los tebeos de superhéroes, lo hemos dicho también por aquí en su día, no se atreven a mostrar. Quizá porque no pueden, quizá porque no saben cómo son de verdad los jóvenes.
Y todos los jóvenes, sin duda, no serán como estos cinco marginados tocados por el rayo del superpoder, pero en sus necesidades y sus impulsos se les parecen mucho. Imaginen ustedes cómo pasa el tiempo dentro del ataúd el deslenguado Nathan...
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