Aunque todavía sigue haciendo un bochorno de dos pares, y lo que nos queda, el verano 2010 ya es historia. O sea, que ya no tiene remedio. Nos hemos agotado en vez de descansar, nos hemos quemado con el sol, hemos apurado a duras penas el último best-seller (cada vez son más largos, oiga), ni querremos mirar el saldo de lo que nos pueda quedar en la cartilla y ya andamos haciendo cálculos de cuánto nos van a clavar por los libros de texto. Lo de siempre.
No sé yo si el personal con mando en plaza hace balance del verano sin tirarse flores, que es lo que se presenta siempre al ciudadano. Ha sido éste el verano de la polémica del puente, que sigue siendo un arma arrojadiza entre unos y otros, ahora se hace o no se hace, se para o no se para, la batalla de quién pone los dineros y por qué se detienen las obras en lo que en el fondo me parece una medida de presión contra el ejecutivo. Al final, al puente lo tendrían que llamar de la Margarita, de tanta duda como trae consigo. Y lo feo y lo alto que va a quedar, miren ustedes, y encima la avenida recién abierta reducida a un solo carril. Hasta el Corte Inglés, como se escantille, va a tener pérdidas, porque allí no va a haber quien llegue con el coche ni aparque.
Urge para el futuro decidir qué se hace con el cadáver ya ni siquiera exquisito del Trofeo Carranza, algo que dicen que fue importante y que hoy no es nada. Nos rompe el verano cuando era su colofón, da cierta pena ver las gradas vacías y el campo que parece un patatal, y encima con el invitado molesto de las barbacoas que ya van a menos, aunque nadie se atreva a poner de una vez los cataplines sobre la mesa y decir que hasta aquí hemos llegado. Y lo tienen fácil para el año que viene: ganadas las elecciones, suprimir este botellón adolescente (no se ve a nadie menor de treinta en la arena) supondría que dentro de otros cuatro años la medida ni siquiera pasaría factura electoral.
Me han parecido excelentes ese carnaval de verano más o menos improvisado, el ya clásico mercado andalusí y esa fiesta de los cañonazos de Puntales que recuerda a la extinta Velada de los Angeles y descubre un barrio demasiado olvidado de las rutas de navegación de todos.
En cuanto a los conciertos playeros… yo sigo queriendo saber dónde está, en Cádiz, la iniciativa privada.
Publicado en La Voz de Cádiz el 06-09-2010
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