Cuando lo vieron los dos allí sentao, leyendo el Marca, se cachondearon de él diciendo que si sabía creío que era un rajá, pero en cuantito Curro Galiana notó los dos bultos que tenía, uno en cada bolsillo, el pitorreo ya fue pa matarse, que qué le había pasao en los huevos, que si tenía un flotador puesto y se quería bañar allí en la fuente, que si se alegraba de haberlos conocío, esas cosas, y Torre no tuvo más remedio que sacarse los dos peros de cada uno de los bolsillos y meterle un bocao a uno, como diciendo a ver si tenéis ustedes cojones de comerme los huevos, y vaya si lo tuvieron, porque fue ver allí el pero que quedaba libre, to coloraíto y redondo, que parecía el que se comió Blancanieves, y el Kid Levante y Antoñín Bueno por poco llegan a las manos pa comerse el que sobraba, y después de mucho manoteo lo compartieron como buenos hermanos, aunque a pico estuvieron de darse otra vez de hostias pa que no le tocara a ninguno la coli, menudos dos, los dobles tontos del bombero torero y el Kid Tarao en persona.

Y es que Antoñín Bueno, pese a las gafas de John Lennon, lo que quería era ser figura del toreo. Pero claro, quería ser figura del toreo como Torre quería ser millonario y tener un chalé en Chiclana, así cualquiera, o sea, sin tener ni cualidades ni echarle coraje a la cosa, que to eran excusas siempre, que si la plaza estaba cerrá y ya no había corridas, que si la de San Fernando era mu chica, que si la del Puerto era mu grande, que si en Jerez hace mucho caló y en Sevilla hay que tener un apoderao con muchos duros pa dedicarse a esto. To con tal de no ponerse de perfil delante de un miura y vértelo a la carga como un tren de mercancías con cuernos, lo que yo te diga, pero mientras él sí que iba por la vida de experto en tauromaquia, el Cossío le decían a las espaldas, y hasta en el bar Juani, de cachondeo, habían colgado una foto suya entre las comparsas y los carteles de cuando el propio Juani fue subalterno con Irigoyen de banderillero en la cuadrilla (esa era otra, llamarse Irigoyen y dedicarte a la suerte de banderillas, no me diga, que con ese apellido o te dedicas al ring o al furbo, home). Po allí estaba Antoñín Bueno, más conocido a la hora de la chufla como el Cossío, vestido de luces, con la montera y el capote y la taleguilla que ni se le notaba el bulto ni ná, con los ojos cerraos por el fogonazo del flas y encima con gafas. Un torero con gafas, lo nunca visto. Y lo que nunca se vería, porque Torre podía contar con los dedos de una mano la de veces que lo había visto dar un muletazo y la única vez que fue capaz de entrar a matar, que se escoñó una mano, y se le quedó el deo gordo así to patrás, porque chocó la cruceta del estoque con la cruz del toro (que ni era un miura ni ná, claro), y ya tuvo excusa unos cuantos meses pa no acercarse ni a un cuchillo, que hasta los bisté con papa había que cortarle al nota, no quería Torre pensar quién ni cómo le hacía las pajas. El Torero Beatle, le decían también, el Matador Yeyé, y él lo llevaba a mucha honra, creyéndoselo y to. Y hasta había conseguío montarse un chiringuito propio, es decir, una especie de club privao, una casa en el árbol como tienen en las películas americanas los niños americanos, en la plaza de toros abandoná. Un picadero, decía él, donde se llevaba a las pibas y vivía feliz y guardaba sus cosas. Pero de picadero ná, a dos velas, que allí lo único que picaban eran las chinches.

Y detrás no le quedaba el Currito Galiana, aunque siempre fuera andando detrás de él dos pasos. Bigotudo, encorvado, greñudo y los pies cabos, no se le había metío entre ceja y ceja ser boxeador porque ceja na más que tenía una, de corrido, como un segundo bigote sobre los ojos, y aprovechando que Kid Betún estaba desaparecido en combate, o sea, limpiando botas y sacando carbón en Alemalia, le había dao por decir que él iba a ser su heredero natural, o sea, quien se quedara con los títulos y con la fama, aunque Kid Betún, que también se hacía llamar Ramos de Cadi, era más bien tirando a poquilla cosa y Currito pesaba más y estaba algo más cachas, pero algo solamente, que no era ni Urtain ni Folledo ni Cassius Clay, que se había cambiado de nombre porque se había hecho musulmán, o sea, a joderse y no comer jalufo, que lo mismo por eso daba con tanta mala leche las hostias. En su mundo de sueños particular, ya hasta se había buscado el nombre de guerra, aprovechando por un lao la fama del Kid (que tol mundo en Cadi decía el Kí, sin pronunciar la letra de de sobra que aparecía en los carteles, y hasta el propio Kid a veces decía que se llamaba el King, o sea, King Betún, el rey del betún, qué más quisiera), que todos los boxeadores se llaman siempre Kid algo: Kid Chocolate, Kid Galahad, Kid Kong. Y como a él de cachondeo la gente decía que atraía el levante, como los afilaores, porque desaparecía dos o tres semanas de la vista y cuando volvías a encontrártelo, ñaca, allí que lo acompañaba la levantera, pues ya tenía elegido que iba a llamarse Kid Levante, que hacía gadita, y ya se veía en las fotos del Diario con una crónica favorable de Balpiña. A Currito eso del boxeo le venía de familia, que su abuelo y un tío habían sido boxeadores (el otro tío no, que era de la piompa), pero su padre fue panaero, que se ahogó el pobre una tarde en la playita de las mujeres, fíjate qué guasa, que si por lo menos hubiera sido en los Corrales la gente le habría echao las culpas a un remolino traicionero o una ola de Santiago, pero qué va, un corte de digestión que le dio al panaero, después de tomarse dos litros de moscatel de Chiclana y media perola de berza, las cosas que le daba la gente por llevarse a la playa.

Y luego estaba Torre, que no quería ser ni futbolista, ni torero, ni boxeador ni ninguna de esas cosas. Tampoco quería ser cantante yeyé, porque a él el pelo le gustaba llevarlo como los hombres, cortito y a navaja, y desde luego no estaba hecho pa trabajar en Matagorda ni pa poner ladrillos, qué cansancio más grande. De to había hecho en la vida, o sea, como tol mundo, una vez en la vendimia en Jerez, que acabó con las manos que parecía que le había estado haciendo una gallorda a una ortiguilla, y otras tantas en la plaza de abastos, sirviendo cafés con leche y mangando algún churrito por el camino que va desde el Eritaña hasta el puesto de frutas de Tomás el Cabeza. Hacía poco le habían buscado una cosita cómoda, de guarda nocturno en una obra allí cerca de la glorieta Ingeniero la Cierva, un poquito más lejos del Barril, pero le dio por subirse a la grúa pa comprobar una luz que se apagaba y se encendía y luego no fue capaz de conectar de nuevo el ascensor, que se estropeó y lo dejó siete horas allá en lo alto, mirando la oscuridad, hasta que los obreros del turno de las seis de la mañana llegaron a las seis y media y lo bajaron de allí arriba. Lo dicho, que él no estaba hecho para trabajar en ninguna obra, joé, o lo mismo es que no estaba hecho pa trabajar y de verdad lo que tendría que hacer era que le tocara una quiniela que lo retirara de to esto le permitiera dedicarse a lo que le gusta dedicarse todo el mundo, a dormir y follar, da lo mismo el orden en que se te antoje.

Sin oficio ni beneficio y con un padre socialista que se callaba la boca, porque era socialista de la secreta y sabía bien que las paredes oyen, Torre llegó a pensar que en la marina estaba su vida. O sea, no en la librería de la marina, que allí ya había echado un vistazo y no tenían novelas de Marcial Lafuente Estefanía ni de José Mallorquí, que eran las novelas que a él le gustaban, de combois todas, sino en el glorioso cuerpo de la Marina Española, o sea, su uniforme blanco en verano, su uniforme azul marino en invierno, su lepanto y sus horas persiguiendo a los guayabos por las plazas. Pero qué va, se enroló voluntario a los diecisiete años, con la idea de reengancharse y probar fortuna, que decían que si le tocaba el Juan Sebastián Elcano o el Castilla vería mundo, pero lo que lo mandaron fue a Cartagena, que estaba allá por el quinto pino, y en Cartagena descubrió que la vida del ejército no estaba hecha tampoco pa él, primero porque los sargentos chusqueros eran una chusma, segundo porque eso de tener que recogerse tan temprano no iba con él, y tercero porque qué culpa tenía él si los cetmes que les daban estaban hechos una porquería y se hacían pedazos en cuanto le daba dos veces un culatazo pa cargar las balas. Que le diera a él una metralleta como la del Johnny Comando de los tebeos y le pusieran a dos o tres mil japoneses delante, a ver si entonces no iba a hacer lo mismo, o sea, salir por piernas, que bien comprendía Torre que los tebeos, como las películas son de mentira.

Lo malo de hacer la mili por marina, aparte del incordio pa mear, que no tenían bragueta los putos pantaloncitos blancos, era que se pasó más tiempo dentro que fuera. Dentro del calabozo, quiero decir, arrestao cada dos por tres, convertido en un rebelde sin causa, porque por mis muertos, como en el chiste de Jaimito, aquello era una tía en pelota, o sea, que no sabía nunca qué era lo que hacía mal, si lo metían en la celda de castigo por tirarse un peo en plena visita del ministro de Marina, que se le escapó y fue sin querer, o si fue porque se meó en un rincón de la garita porque no podía aguantar más, que el whisky es lo que tiene, que luego te da por orinarla, y ya de jugar a las cartas después del toque de queda, o de fumarse todo lo fumable en la sala de máquinas del dragaminas donde se había acostumbrado a echar la pota cada vez que zarpaban, no digamos. Dos años de mili, lo normal, y otro medio año de arrestos, que ya hasta conocía de tú a tú a las cucarachas y hasta apostaba con los demás pelones cuál de ellas ganaba las carreras que se organizaban en las celdas, cuando apagaban las luces y todo el mundo se quedaba frito, menos ellos cuatro o cinco, los malos de la película, que como no hacían instrucción, ni guardias, ni desfiles, ni tenían permisos ni pelaban la pava, pues se aburrían y se quedaban dormidos de día y tenían la costumbre de liar la pajarraca de noche, eso de tener los tiempos cambiados, que dicen que le pasa mucho a la gente que viaja en avión, y por lo visto también a los marineros, aunque solo zarpen en un dragaminas o estén arrestaos semanas y semanas.

De la mili había venido Torre con la nariz rota, de un trompazo mal dao que le dio un cabo verde pa que se estuviera quieto y dejara de cantar el cuplé de los Bichitos de luz, y con un sueño que no le había confesado a nadie, ni al viejo, ni a la Manoli, ni a Kid Levante ni al Torero Yeyé, que ya sabía que hay cosas que uno atesora y solo sirven pa que los demás se cachondeen de ti y no una vez, sino ciento y la madre. Y es que en la mili, allá en Cartagena, había conocido a un nota de Almería, Justino Pavón, que decía que se llamaba mejón Justin Pave, y que trabajaba haciendo películas. O sea, espaghetti güesten, que le decía, una cosa que él no entendía, porque al parecer los espaghetti venían a ser como las babetas pero en redondito, y güesten era, eso sí lo sabía, las cosas de los combois y los indios y el séptimo de caballería: el oeste, vamos. Y resulta que el Justino Pavón, o el Justin Pave, se ganaba una jartá de bien la vida tirándose del caballo maquillao de indio, o tirándose del caballo maquillao de comboi, o tirándose del caballo maquillao como la protagonista alemala de la película, o tirándose del caballo con el uniforme del sétimo de caballería del actor italiano que luego parecía que era él el que se pegaba el revolcón por el polvo. Torre se lo creía porque lo llevó una vez a ver una peli suya, Desenfunda antes que yo que la muerte tiene prisa, y allá que pudo verlo una vez, de refilón, cuando saltaba de boca por encima del caballo, y otra vez más cuando salió volando desde lo alto de la diligencia, y en otra peli que ahora no recordaba, algo así como Tengo quemado en cuello por la soga de mi horca, lo pudo ver dos veces seguidas, vestío de indio en un ataque y de comboi en la caravana, las cosas del cine, que son to mentira pero te las cuelan como si fueran de verdad. Y además, que convidaba siempre, el Justino Pavón, o el Justin Pave, y los mandos le daban siempre trato de favor y era el centro de todas las conversaciones en el cuartel, porque siempre decía que si había visto en persona a Claudia Cardinale y que Sergio Leone le había prometido un papel con frase en cuantito terminara la mili.

Y como en la mili to se pega, el beber, el fumar, el folleteo, la grifa y hasta el mariconeo, Torre se vino pa Cadi con la esperanza de agarrar un día la maleta, cogerse un autobús de los amarillos hasta Sevilla, y de allí plantarse en Almería y buscarse un puesto de doble en el cine, como el Justino Pavón, pa tirarse también él de lo alto de los caballos, aunque montar no sabía, que pa eso era de Cadi, y descolgarse desde lo alto de los saloones, o asaltar diligencias, y encenderse los cigarros en la bota o entornar así los ojos o caerse rodando por un precipicio y hacerse el muerto hasta que dijeran corten. El propio Justino Pavón, o Justin Pave, hasta le había escogido un nombre que sonara en inglé, porque resulta que todos los que hacían las películas del oeste no se llamaban como se veía en las letras, sino que eran todos italianos o españoles. O sea, que ni John Wayne se llamaba John Wayne ni Clint Iswood se llamaba Clint Iswood, que por lo visto John Wayne se llamaba Marión, como una novia que tuvo el Justin, y el Clint Iswood creía que se llamaba Luca Giulianno Isoscili o algo por el estilo. Totá, que el Justino le había buscado ya un nombre en inglé, U.S. Tower, pronunciado Iú Es Tague, que bueno, no es que fuera pa darse chocaso de lindo que era, pero mejor que Marión, desde luego sonaba.

Pero todos estos sueños Torre se los callaba. Porque para irse a Almería tenía que dejar al viejo solo, y el viejo ya había pasado el quinario mientras él estaba en la mili, que era tan bueno que lo tomaban por sopa, y además no tenía dinero pal tren ni pal autobús ni pa buscarse una fondita apañada, que tampoco sabía si la ropa de comboi y las plumas de indio iban por cuenta de los que hacían la película o la tenía que poner él, como el Justino Justin ponía su caballo y su silla. Pero en cuanto ahorrara un dinero curioso, allí se plantaba, con su cara de duro y su nariz rota, que bien que se pasaba las horas delante del espejo que recogió el viejo de la basura allá en Bahía Blanca, un espejo lindo con unas manchas de humedad na más, haciendo muecas y poniendo cara de sieso manío, que no veas lo bien que le salían, que le iban a dar papeles a puñaos de pistolero de salón y de forajido en cuanto asomara por la puerta.

Pero claro, pa eso necesitaba parné, y por eso estaba ahora aquí, con estos dos papafritas, pasando calor a las dos de la tarde en las mismas Puertas de Tierra, porque Antoñín Bueno tenía un plan con el que se iban a forrar los tres. Si no los pillaba la pasma, claro, esa era la pega de la cosa.


(CONTINUARÁ, o lo mismo no)

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Comentarios

1
De: Santiago Fecha: 2010-08-05 13:38

Permítame darle una buena alegría:

Panini está preparando para publicar el primer tomo - de lujo- de la tiras diarias de Flash Gordon de DAN BARRY.

El primer tomo en tapa dura consta de dos años de las primeras tiras del dibujante...Y van a editar más titulos clásicos de KFS.
Alendro Martinez Viturtía, no nos va a defraudar



2
De: RM Fecha: 2010-08-05 13:58

Ya se comentó por aquí hace unas semanas.



3
De: Rafael Ramírez Escoto Fecha: 2010-08-06 09:45

¡Qué grande este Torre! Un prodigio de construcción del personaje.



4
De: RM Fecha: 2010-08-06 10:46

Muchas gracias, tocayo.