Aunque parece que le cuesta arrancar, porque el viento es frío y por las noches la humedad es un cuchillo intercostal, ya está aquí el verano. O sea, eso que se perdió el gran John Keats porque murió joven y, por eso mismo, prefirió todavía el otoño. Nuestro verano, en Cádiz, es la época en que somos más nosotros, no sé si a ustedes les da también esa impresión. Cuando por un par de meses somos centro de atención de los turistas aunque luego la patronal de hostelería, siempre desagradecida, les eche en cara que los pobres, como nosotros, no los saquen de la crisis.
Tendría que ser la vida como un largo verano adolescente. En Cádiz, por supuesto. Donde los temas de conversación serán si el levante entra en jueves o si está barruntando poniente, dónde se comen aún las mejores caballas asadas aunque ya no sean aquellos tiburones caleteros de la infancia, cuántas banderas azules se inaugurarán con pompa y boato, qué pasará con el equipo de fútbol y si al Trofeo Carranza merece la pena darle el requiescat in pace o dejarlo en competición triangular.
Evitaremos las medusas, que para nosotros seguirán siendo los picapica de toda la vida, aunque ahora sean mutantes. Nos pondrán de los nervios los nonainos a altas horas de la madrugada desafinando por comparsas, y cuando se callen darán la lata los perros abandonados en los balcones. Y los mosquitos. Discutiremos sobre las barbacoas una vez más, y nos quejaremos porque el lavapiés de la Victoria lo han puesto dos metros más pallá, pero sin que hayan aumentado el número de grifos. Escucharemos carnaval porque sí, nos aburriremos de lo lindo por las tardes, sacaremos las peores ropas y nos colaremos de gañote en los chaletes chiclaneros de los conocidos. Habrá padres que no sepan qué hacer con sus hijos estos dos meses.
Iremos a los cines de verano que quedan, en la playa o en San Felipe. Nos volveremos locos para aparcar. Odiaremos la zona azul de la playa y saltará de nuevo la polémica de bañarse en bolas. Picaremos como siempre con las rebajas y nos dará por comprar el aire acondicionado cuando ya estemos en septiembre. Y todo sin un duro, que ya es mérito.
Todavía no he pillado las vacaciones y ya tengo el síndrome del regreso.
Publicado en La Voz de Cádiz el 28-06-2010
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