Entra hecho un basilisco, mi compañero C, mientras yo estoy en la sala de profesores matando el rato, ahora que estamos en mitad de los exámenes de suficiencia de segundo de bachillerato. Un minuto y medio antes ha pedido que alguien lo sustituya en pleno examen, cosa que ha hecho otro compañero que también mata el rato, como yo. Hecho una furia, mi compañero C, porque ha pillado copiando a una chica, lo cual siempre es una incomodidad, más para el profesor que para el alumno, sobre todo si se trata de suficiencia y se trata de un parcial.
Y ahí trae la prueba del delito, el examen de marras, con la chuleta grapada en una esquina, perfecta y completa, fotocopiada a tamaño sello de una página de Word. Los tiempos cambian.
Tras el cabreo supino, tras archivar el examen con la prueba pericial, mi compañero C vuelve al examen. No ha pasado ni un minuto y el mismo alumno que asomó la cabeza antes vuelve a asomar a la puerta, y pide de nuevo que alguien vaya a sustituir al compañero C en pleno examen. Se levanta de nuevo mi compañero (está más cerca de la puerta, yo estoy al fondo de la sala de profesores), y dos o tres minutos más tarde vuelve a entrar mi compañero C, hecho ya un superbasilisco de proporciones epopéyicas, pero en la mano no sólo trae un examen requisado, sino un montón de cables. Y, junto al cable, un MP3 ó un MP4 o uno de esos artilugios electrónicos donde los chavales escuchan la música que escuchan.
Mosqueado por la fotocopia no artesanal de la otra chica, mi compañero C ha pedido un momento que todos los que están haciendo el examen levanten un momento las manos y los folios. Y allí cayó el cable de la manga, delator, acusica, como en un cuento de Poe cruzado con High School Musical. Cuando la chica (es otra chica, claro, la de antes ya está llorando por los pasillos), niega con la cabeza para decir que no, que ella no copia, el pinganillo se le cae del oído y redobla contra la mesa. Sorprendida in fragranti, todos los temas, todos los apuntes que entran en el examen, allí grabados de puño y boca, un autosoplo, como si dijéramos.
Mientras a mi compañero C se lo llevan los diablos por esta intrusión de la alta tecnología en el mundo de los exámenes y los copieteos, no puedo evitar hacer el chiste.
--La habrías pillado de todas formas, hombre. Cuando en medio del examen la hubieras escuchado preguntar: "¿Cómo? ¿Puede repetir? ¡Más despacio!".
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