Me perdonan ustedes si no les juro y perjuro que me lo pasé teta en el cine, porque, mayorcito que estoy, cascarrabias e impaciente y eso, a los tres cuartos de hora pensé muy seriamente en marcharme de la sala, algo que sólo he hecho dos veces en mi vida. O sea, que no les voy a decir tampoco que Iron Man (El Hombre de Hierro, mira que es fácil traducirlo) es mi personaje de cómic favorito, porque no lo es. Ni tampoco, claro, que es la mejor película de superhéroes jamás hecha, que es lo que se estila en decir cada vez que se estrena una película de superhéroes.
Iron Man 2 es una película aburrida. Insoportablemente aburrida. Con unos juegos político-militares-económicos mal explicados, una presentación de personajes nuevos que raya en lo patético y unos efectos especiales, ay, donde como de costumbre no se ve un carajo. Te pasas toda la película esperando la traca final... y en efecto la traca final es una traca, pero de falla. Un montón de fuegos artificiales corriendo a carajo sacado por el aire por encima de una Expo. No parece que los chicos de ILM, venganza aparte, se hayan ganado el sueldo.
Han cambiado al actor que hacía de Jim Rhodes, vaya usted a saber por qué. Nos presentan a un ruso llamado Ivan que a lo mejor (porque no se le nombra nunca) es Látigo o a lo mejor no, que tiene que tener tatuajes porque es ruso, aunque no parece que haya sido mafioso (se dice que es físico), y que ni se quema, ni se corta con sus látigos, y eso que va medio en pelotas. También debe tener un joystick mágico para manejar como maneja todos los miles de drones y a Warmachine al mismo tiempo. Mickey Rourke está tan patético como lo hemos visto tantas veces.
Scarlett Johansen es... pues una señorita con peluca roja que es espía. El personaje está fatalmente presentado, como si faltaran horas de metraje. Naturalmente, no se la identifica nunca como Viuda Negra: es una secretaria más que sabe kung-fu. Para mí, un miscasting como la copa de un pino. Porque en la escena de acción (ella solita contra todos los ex-GI Joes del mundo) no me creo que sea ella. Se nota que es un doble. A ver cómo son capaces de sacar un spin-off que se llame "Black Widow" cuando aquí el personaje no hace nada.
Está Sam Rockwell haciendo de Justin Hammer. Y parece un clon barato de Tom Cruise. Pero salido de Austin Powers. Está el Jedi nenaza eternamente cabreado haciendo de Jedi nenaza eternamente cabreado, pero tuerto. Y están un puñado de robots (aquí llamados drones en plural y drone en singular) que escaparon a aquella otra escabechina incruenta de La amenaza fantasma, porque tienen la misma cabeza apepinada, sin duda uno de los chistes internos de los chicos de ILM que trabajan aquí.
Y está Viola de Lesseps haciendo de secretaria otra vez. Le dura el ascenso en la empresa lo que dura la película. Pero eso ya lo sabíamos.
¿Y Robert Downey Jr.?, se preguntarán ustedes. Pues se me hace insoportable en esta nueva película, qué quieren ustedes que le responda. No sabemos si Tony Stark es gilipollas, alcohólico, enganchado al Red Bull, envenenado letal por radiaciones (¿a Rhodes no le pasa lo mismo?), un insoportable hijo de papá, o qué. Madera de superhéroe tiene poca. No le da tiempo en el guión (tan endeblito, por otra parte) de meter más chicha en la interpretación. Todo va muy rápido y a la vez se hace muy lento.
Que la mejor escena de la peli sea en Mónaco al principio, me temo que revela que el guión va hacia abajo conforme avanza la película. Mi duda, ya puestos, es por qué demontres no hacen los guiones los muchos (o no tan muchos) guionistas de tebeos que tiene Marvel.
Y ojo, que descubren un par de cartas: la escena final tras los larguísimos créditos, que enlazará con la batalla de la próxima peli de la escudería Marvel, el chistecito tonto con el escudo del Capitán América hacia la mitad, y el comentario como de pasada: Shield quiere a Iron Man para los Vengadores... pero no a Tony Stark, a quien prefieren de asesor.
O sea, allanando el camino por si Robert Downey y su ego no quiere compartir mansión con los otros sudorosos chicos que vienen de camino.
Y es que un antifaz, aunque sea metálico, vale lo mismo para un roto que para un descosido.
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