La mejor serie de la temporada terminó la semana pasada, al menos en nuestros ordenadores y en América. Quizá pronto alguna de nuestras teles digitales se atreva a pasarla, y seguro que las generalistas se escandalizarán de emitirla entre realities y programas de escándalo.
Spartacus: Blood and Sand, lo saben ustedes y ya lo hemos comentado, empezó como un episodio piloto desmadrado y sin pies ni cabeza que bebía demasiado del tremendismo efectista de la película 300, remedando su estética de recortable y exacerbando al infinito la sangre, la cámara lenta, los giros desmesurados y las vísceras. Una estética algo irreal, acostumbrados como estamos a que el cine y la tele hayan sido, hasta ahora, la reproducción naturalista de la realidad que inventan. Spartacus: Blood and Sand, era un capítulo cualquiera, una explosión de hemoglobina, una llamada a la testosterona: llena de tópicos, una república romana contada a su antojo. Visto ese primer capítulo, parecía que la serie no iba a durar ni dos programas.
Sin embargo, la trama mejoraba espectacularmente ya en el segundo capítulo, cuando la naturaleza abierta de las montañas de Tracia se convertía en dos o tres escenarios cerrados donde se ha desarrollado, luego, casi toda la trama: el ludus de Batiatus, el circo de Capua. Poco más.
Spartacus se convierte, desde entonces, en una serie abierta a la esperanza (primero del amor, luego de la libertad) donde la estética hiperbólica e irreal, incluso en los diálogos (escucharla en inglés es a la vez un placer y en ocasiones un suplicio), sirve perfectamente a la historia que se cuenta, una historia donde, por encima del falso señuelo de la sangre y las vísceras y las tetas y las pollas, lo que importa son los personajes. Y qué personajes, oiga.
Del simpático pero cabrón Batiatus a su implacable esposa Lucretia a la niña de papá Illythia al elenco de gladiadores encabezados por el vanidoso Crixus y observados de lejos por el hierático Doctore, cada uno de los secundarios ha ido componiendo un mosaico de pasiones y frustraciones, de ilusiones y desengaños que, acumulados semana a semana, desembocan en el final de la temporada (¿y de la serie?) que encaja como una bomba de relojería en la precisión de su engranaje. Cada capítulo, curiosamente, es mejor que el anterior, los personajes se dibujan mejor, ganan matices, redondean trampas. Siempre sorprenden al espectador, la madeja se complica, cada personaje es a la vez encantador y al mismo tiempo un perfecto hijo de puta. La muerte ronda y la vida, sobre todo para los esclavos (o para todo el que se interponga en la ambición desmedida de Batiatus, un John Hannah que se merece una nominación al Emy ya mismo) es un mero capricho en manos de sus amos.
De sorpresa en sorpresa, cada vez más complicada la trama y sin salir del sitio, las tensiones acumuladas estallan en un capítulo final de temporada (¿o de serie?) como pocas veces se ha visto. Desde luego, nunca en televisión. La histórica rebelión de los esclavos (no spoiler here) se cuenta como hemos imaginado la escabechina de la gran historia de Conan "Red Nails": un ambiente cerrado donde alternan el negro de la oscuridad y el rojo de la sangre derramada.
Una gran serie que sorprendió a los espectadores cuando, apenas emitido el segundo capítulo, se anunció la contratación de una segunda temporada. Los powers-that-are, que no son tontos, iban sin duda adelantados al resto de quienes seguían las aventuras de este puñado de gladiadores y comprendían que había potencial.
Por desgracia, la enfermedad del protagonista deja las cosas en suspenso hasta que mejore, por lo cual los rumores en internet se han desatado: hay quienes sostienen que la segunda temporada se ha cancelado, otros sostienen que el retraso es indefinido, se comenta que se continuará con una precuela con el pasado de los personajes, o que se ofrecerán varios flash-backs para dar tiempo a que Andy Whitfield, como esperamos todos, se reponga. Nadie se atreve a imaginar que la productora sea capaz de sustituir al actor principal, pero me imagino que lo mismo es sólo cuestión de tiempo.
Lo dicho: la mejor serie de la temporada, hoy por hoy muy superior a Perdidos o a Supernatural. Yo, que como saben ustedes soy muy dado a decir barbaridades graciosas, no puedo evitar decir que, sí, esta serie despendolada, exagerada, sanguinolienta, descaradamente sexual (dicen más veces "cock" que "fuck" en Deadwood, ahí es nada), sin aspiraciones de cualité y costando dos perras gordas... pues eso, que me parece infinitamente mejor que Roma.
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