El escritor fantasma, o sea, el negro. La nueva película de Roman Polanski, a partir de la novela de Robert Harris traducida aquí como "El poder en la sombra" (uno de esos títulos tan fáciles de olvidar, por otra parte), con guión del propio Harris y de Polanski.
Sorprende la sobriedad de la narración, lo inhóspito del lugar (en teoría, Martha´s Vineyard; rodado obviamente en otros lugares más fríos). Lo que podría haber sido un thriller lleno de efectismo y pistas falsas se convierte en una narración clásica y reposada, con una magnífica banda sonora donde pesan los momentos de inquietud y un despliegue del misterio plenamente dosificado, sin estridencias. Tal vez no sea la mejor película de Polanski, pero se nota mucho la mano del director, y se nota sobre todo en esa pugna soterrada del personaje sin nombre que encarna un gran Ewan McGregor con su predecesor en la redacción de las memorias de ese Tony Blair que interpreta, de manera contenida y con simpatía, un Pierce Brosnan atildado y muy metido en el papel. Los referentes a El quimérico inquilino, en tanto McGregor, como el propio Polanski en esa otra película, tiene que calzar los zapatos (aquí las zapatillas) del anterior ocupante de su habitación y su trabajo, son claros. La hermosa metáfora visual del barrendero en lucha continua con el viento, también.
Robert Harris ya tanteó, en Patria (que tuve la suerte de traducir, aunque no me han caído más libros suyos en gracia) su conocimiento de la historia y de la política. Sus otras novelas han ido hacia la segunda guerra mundial o directamente hacia Roma. Aquí nos narra una historia del presente, disfrazando sin apenas sutilezas el caso de Tony Blair ("no sonrías", le dice la mujer a la imagen del ex-primer ministro, y Brosnan sonríe enseñando los dientes) y su intervención en la guerra en busca de armas de destrucción masiva y las torturas a los presos.
La película trata ese tema pero no se centra en ese tema: va más allá. Es un juego de manipulaciones, una visión lúcida y descreída de la política y, sobre todo, de los partidismos falsos con los que nos engaña la política. Una buena película de Hitchcock sin Hichtcock que nos demuestra que ya no existe el cuarto poder, puesto que está a sueldo del primero.
Lo que más me llama la atención es que tanto el libro como la novela traten un tema peliagudo y puedan hacerlo con toda la libertad del mundo (esa libertad que no tiene el escritor sin nombre). Sin mencionar al presidente norteamericano (pero ahí está, claro, la émula de Condolezza Rice para no andarnos con sutilezas), el tema está servido. No, no se menciona al tercer firmante del manifiesto en las Azores. Como si no existiera. Tal vez no existió. Como no existe para nuestro cine, ni nuestra novela negra, claro. Cierta envidia da que en otros países puedan jugar a hacer ficciones con esas premisas reales y nosotros no nos atrevamos nunca a jugar con nuestros presidentes ni nuestros dictadores... y mira que cadáveres en el armario tienen todos unos pocos, ¿eh?
Comentarios (16)
Categorías: Cine