Terminó, con más pena que gloria, Dollhouse, el último intento fallido de Joss Whedon por volver a ser el que era. La serie, lo hemos dicho por aquí ya un par de veces, se resintió siempre de su indefinición: ni drama adulto/sexual ni historia de espías, ni una actriz que fuera capaz de mostrar registros distintos con cada descarga según misión y episodio, ni un arco narrativo que enganchara. Ni un presupuesto que les permitiera, ya en esa extraña prórroga que ha sido la segunda temporada, escapar del decorado de la Casa de Muñecas. Con todo, el último sprint mejoró bastante, intentando no cerrar en falso los huecos abiertos y tratando de dar cierta consistencia (aunque se sacaran al malo de la manga) en el penúltimo episodio. Lástima que el final, con ese mundo post-apocalíptico de dentro de unos pocos años, sonara tan hueco, tan apresurado, tan poco certero. Si, como se quejan los televidentes americanos, no se emitió antes el episodio fantasma que le precede, peor todavía. Whedon atraviesa horas bajas, su interés en Dollhouse en el fondo parece haber sido mínimo, perdió miserablemente un puñado de años de su vida con el proyecto de Wonder Woman que jamás llegó a buen puerto, y se tendrá que poner las pilas si no quiere tener que volver a las sitcoms y/o reflotar la franquicia Buffy con una nueva generación de cazadoras, que tampoco estaría mal. Su destino ideal, suponiendo que sea capaz de darle un toque adulto a su trabajo, está en la HBO. No sé quién no se entera.
El año comienza, en UK, con la segunda temporada de Being Human, más torva y más sombría que la anterior, ocho episodios esta vez. Ya han renovado para una tercera temporada y me imagino que la versión americana que se está preparando será un poquito más movida. La serie mejora sus cosas buenas e incide en sus cosas no tan buenas: me sigue sobrando la chica fantasma. Con todo, hay perlas en cada episodio, detallitos que recrean un mundo que sería bueno explorar más a fondo: esos vampiros que se comportan como alcohólicos anónimos, esos emos que se ofrecen voluntarios (o no) para sus ritos de sangre, la connivencia entre la policía y la secta vampírica para que les limpie las calles de indeseables.
Sigue el drama legal de The Good Wife, que se está emitiendo ya en FOX España en sustitución de la siempre añorada Boston Legal. Uno, que prefiere las series de abogados a las de médicos, se lo pasa pisa con las tribulaciones de esta mujer de su tiempo, engañada (o no) por su marido y con la subtrama de Mr. Big entre rejas. Y ojito que la serie se merece un spin-off ya mismo con el personaje de Kalinda. Ya ha renovado por una segunda temporada, aunque los índices de audiencia no son para tirar cohetes, pero imagino que el premio de interpretación que acaba de llevarse Julianna Margulies también cuenta.
Siguen los Winchester enfrentándose a sí mismos y al Apocalipsis. La paráfrasis con Caín y Abel ya ha quedado clara en el episodio del jueves pasado. Supernatural es, sin duda, mi serie favorita del momento, y los dos actores lo bordan de continuo. Esta nueva temporada, que parecía condenada al arco, recupera sin embargo buena parte del espíritu primero, el monstruo de la semana, la carretera, la familia, el humor. Aunque todo parecía indicar que la serie terminaría esta quinta temporada, se habla de una sexta. Cosa que a mí, por cierto, no me importaría en absoluto. A falta de Buffy, buenos son Winchesters.
Entre la comedia y el drama policial, White Collar (que quiere decir "guante blanco" y que me temo que traducirán por "collar blanco" o "cuello blanco", ay), nos cuenta la historia de un guapo ladrón, al estilo Leonardo di Caprio en la obra maestra de Spielberg Atràpame si puedes, que colabora con su Tom Hanks particular resolviendo robos y misterios. Graciosa, con su puntito incongruente (ver a un chicarrón de hoy día vestido del Rat Pack tiene su miga), a mí me recuerda a una de las series míticas de mi infancia, Ladrón sin destino.
Y tenemos Spartacus: Blood and Sand, una serie que recoge, y en demasía, los excesos visuales de ese horror que se llamó 300, y que pretende seguir, o no, la historia del gladiador tracio e, imagino, su revuelta contra Roma. De momento van tres capítulos y yo de ustedes me saltaba directamente el primero, que es horrible. El segundo, sin embargo, ya tiene mejor cara: remedando claramente la película de Stanley Kubrick, vemos la iniciación del rebelde Espartaco en la escuela de gladiadores, con doctore negro y calvo con látigo incluido. La serie sigue, en barato, buena parte de los supuestos de Roma, y si bien los momentos de cámara lenta, los CGI, y las explosiones de sangre y vísceras son cansinas y bastante feas a la vista, las actuaciones compensan el exceso y, pese a algunas libertades escénicas bien gordas, la trama está bien construida y te permiten empatizar tanto con el rebelde Espartaco como con los otros personajes del domus. Junto a ese hierático entrenador de gladiadores destacan la pareja formada por Batiatus y Lucrecia (John Hanna y una Lucy Lawless de muy buen ver), dos pobres diablos que luchan por ascender en el escalafón de una república romana que los asfixia con sus problemas económicos. La serie destaca, además de por los litros y litros de sangre, por su tratamiento del sexo, que para eso estamos en Roma, faltaba más. Son abundantes los desnudos masculinos y sobre todo femeninos, y las escenas de cama o triclinio son bastante explícitas, imagino que porque el producto es directo a televisión por cable. Tampoco se andan con rodeos en los diálogos: ver a una Xena despelotada a medias metiéndole mano al gladiador y decir nada menos que "Necesito tu polla dentro de mí" tiene su miga, qué caramba.
La serie supongo que seguirá la historia más o menos mitificada de Espartaco, su paso por Roma y el circo y luego la rebelión de esclavos y su muerte, a menos que tiren de la estrategia de los cómics de Yugurta y le den el final feliz que no fue. Habrá que esperar, porque parece que ya han firmado una segunda temporada, y eso que sólo llevan tres capítulos.
A la espera de que regresen FlashForward y V (si es que regresan), y ver qué tal lo hace el Doctor Who número 11, tienen ustedes en Caprica un pre-spin-off de Galactica. Y, por supuesto, Perdidos, cuyos dos primeros episodios me han dejado bastante frío, quizá porque me temo que todo va a acabar convertido en un enfrentamiento entre el bien y el mal, o sea, las piezas blancas del backgammon contra las piezas negras, y los dos universos temporales que ahora mismo coexisten en la pantalla (no sé si el espectador normal entenderá la maniobra) acabarán con llamadas al gran poder y la gran responsabilidad y a obligar a decidir a los personajes un destino que sabemos inevitable entre la realidad enmendada y la realidad originalmente vivida. O sea, lo dicho siempre: un viaje muy largo para tan cortas alforjas. O no.
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