De momento la cosa parece que está en tiempo muerto, imagino que porque se habrán dado cuenta de los ojitos a cuadros que se nos han quedado al resto. O sea, que la huelga de la liga momento no va para adelante. Por llamarlo huelga, claro, que en toda regla, futbolística o no, eso sería en cualquier caso un paro patronal, ni encubierto ni nada, en este país donde el personal que está forrado tiene cada vez la cara más dura y ni se cosca cuando los de abajo pedimos explicaciones y demandamos un poquito de honradez, solidaridad y/o justicia.
Y así, cuando esta misma semana empezaremos los paganinis a retratarnos con el segundo plazo de Hacienda, que duele tanto o más que el primer plazo (y es que los plazos esos, oigan, se solapan todos en los mismos meses, con el ibi y otras vainas, que ya podrían espaciar los impuestos locales con respecto a los nacionales), ahí los tienen ustedes, rompiéndose el pecho, a ellos, los empresarios del deporte nacional, a cuenta de sus empleados, y no unos empleados cualquiera, quiá, sino los empleados a los que han hecho ellos mismos venir desde la quinta puñeta, no se sabe si en su deseo de hacerlos conocer mundo y con resquemor por haberlos apartado de sus familias, vulgo top models de segunda fila pero con cachas tan prietas como las de primera.
La caraba. Lo nunca visto. Absurdum delirium. Aquí ya sabíamos que hay siempre ciudadanos de primera y de segunda (y hasta de tercera), y que el capital siempre sabe cómo plantar sus semillas (“el primer millón es el difícil”, se dice), pero que esta mancha de empresarios y/o agitadores sociales que en las teles salen saque de pronto pecho por defender a un puñado de gente que gana más en un minuto que todos los demás en un año es para sacar a la calle los kalasnikoffs y recordar las viejas canciones que aprendimos, pero nunca nos atrevimos a cantar, cuando todavía estaba vivo el difunto y soñábamos con tomar los palacios de invierno. O sea, que a usted y a mí nos esquilma papá estado una parte importante de nuestros pobres ingresos, y ni insumisión fiscal ni gaitas, o te retratas o te desahucian, y esta panda de miles gloriosus contemporáneos bien que pueden poner la mano y ni pasar por taquilla para arrimar por una vez no la pierna, sino el hombro.
El razonable ideal fiscal, “tanto ganas, tan pagas”, no se ha hecho para esta elite de peloteros foráneos, y lo más triste es que los que les pagan los caprichos (y, sin duda, y ahí está el quid, los impuestos) ponen el grito en el cielo y los defienden como si les hubiéramos mentado a la madre. Ya quisieran muchos trabajadores que sus patronos cuidaran con el mismo celo a sus empleados. Y como son una industria más publicitaria que otra deportiva, ya han amenazado con cerrarnos el grifo de los partidos los domingos. Uy, qué miedo. Ganas me dan de enviarles un telegrama con ese viejo lema pacifista-progre: “Imagina que hay una guerra y no vamos ninguno”. Pues eso. Imaginen ustedes que nos hinchan demasiado las pelotas y no vamos a verlos jugar a la pelota.
Pura demagogia para arañar más pelas, desde luego. Porque todos sabemos que las estrellas del deporte “viven” en paraísos fiscales y en el fondo esta ley nueva les resbalará, aunque luego hagan exhibición de patriotismo y de banderas.
En los tebeos y novelas de ciencia ficción ochentera se preveía un mundo dominado por las multinacionales que se sabían por encima de los gobiernos. Lo que no imaginábamos entonces es que esas multinacionales serían clubes de fútbol.
Publicado en La Voz de Cádiz el 09-11-2009
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