Una premisa inquietante y una presentación interesante que tienen en su brillante exposición su principal problema: ¿Cómo superarla? ¿Cómo continuarla? ¿Cómo convertir en serie de televisión (cinco temporadas, dicen) lo que de entrada parecería mejor como película de cine?
Basada libremente en la novela de Robert J. Sawyer (que no he leído, aunque he traducido bastantes de sus obras), FlashForward se presenta como la sucesora de Perdidos, y al primer episodio de Perdidos, coñas aéreas aparte, recuerda en el momento de caos que sucede al apagón de dos minutos diecisiete segundos que sufre la humanidad entera. Un apagón, con una visión o recuerdo del futuro (el flashforward del título) que hace ver a los personajes cómo será su vida dentro exactamente de seis meses. En el libro, me parece, el recuerdo es de dentro de veinte años.
Una serie coral, como corales son todas, donde los protagonistas se enfrentan, de momento, al misterio, la duda, la vergüenza o el temor de lo que les pasará dentro de seis meses. Es evidente que el salto de veinte años del libro original sería demasiado para el formato televisivo, pero apenas seis meses parece, de entrada, una visión muy pobre... a menos que, cuando llegue el 29 de abril de 2010, quizá en tiempo real con la emisión del episodio que toque, se produzca otro salto adelante.
Aunando el deseo de atar cabos tan evidente en Perdidos y las paradojas temporales de Héroes, aquí tenemos de nuevo el concepto del destino, las secuelas del 11-S en la sociedad norteamericana contemporánea, las graves heridas de la política en Oriente Medio. Un elenco encabezado por Joseph Fiennes nos prepara para enfrentarnos a lo inexorable, con suficientes misterios en el aire como para ser a la vez una serie policiaca, fantástica, de ciencia ficción e incluso de terror. Algunos personajes, dentro de seis meses, quizá hayan muerto. Otros habrán recaído en viejos fantasmas (cómo se narra el alcoholismo de Fiennes en dos pinceladas es de sombrero), y otros habrán cambido tanto que se asustan de cómo pueda haberse alterado su vida en tan poco tiempo.
Súmenle dos gotitas de intriga política con su consabida trama conspiranoica, un brazo tatuado, una muerta que está viva, y un misterioso individuo de negro que camina entre la humanidad inconsciente durante dos minutos diecisiete segundos y tendrán ustedes lo que es, de momento, el arranque televisivo más interesante desde que cierto avión se estrelló en el Oceano Pacífico.
Siento una enorme curiosidad por saber cómo empiezan los guionistas a rizar el rizo y alterar las cosas.
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