A ver con qué lo contradicen ahora. Con los buenos beneficios que da, y la de libros que venden, y la de programas de televisión que rellenan con el tema. Este verano, con eso de que se cumplía el cuarenta aniversario, más que ninguno. Lo de la teoría conspiranoica de que el hombre (o el ser humano, si quieren que escriba en políticamente correcto, o los americanos, si hay que ser sinceros) nunca llegó a la Luna, sino que fue un montaje orquestado no se sabe muy bien para qué, y que mantuvo engañados a todo el mundo, desde a la gente que lo vio por la tele… ¡hasta a los propios soviéticos, que al parecer no tenían ni radares ni telescopios ni se estaban mordiendo las uñas de coraje aquel julio del año 69!
Una sonda espacial india de nombre tan difícil como el del nuevo jugador del Barça, la Chandrayaan 1, acaba de enviar fotografías de las huellas en la luna de los astronautas del Apolo XV, conservadas como el cutis de alguna folklórica metida en formol por aquello de que en nuestro satélite no hay atmósfera y por tanto no hay viento que borre el recuerdo de su paso.
O sea, que sí estuvieron. Y, como ya sabíamos los niños que en los sesenta asistíamos asombrados a los despegues y las vueltas a casa, no sólo una vez, sino varias.¿Pero creen ustedes que esto detendrá al sector conspiranoide? ¡Quiá! Si ya se les ha demostrado por activa y por pasiva cuál era el truqui de la bandera que no ondeaba pero lo parecía, ¿una nueva imagen les parará los pies? Dirán que las imágenes se pueden manipular, sobre todo en esta cultura del Photoshop que nos invade y que disimula michelines y cicatrices, aumenta pechos y borra arrugas y nos puede hacer creer que se pueden encestar dos canastas a la vez, sin mirar… aunque luego al tirar dos tiros libres ese mismo jugador falle más que menda.
Las conspiraciones son la nueva marca de fábrica del siglo veintiuno.. Nos creemos que somos más listos que los que nos precedieron, basta que algo esté más o menos estipulado por la ciencia o la intelectualidad para que cualquier indocumentado lo ponga en solfa. Todo lo antiguo es malo, o está demodé, o fue sencillamente falso. Influidos por Göebbels, sin conocerlo, esta caterva de patosos recela de todo y asume que insistiendo una y otra vez en sus teorías falsas acabarán por convertir en verdad la mentira.
Pasa no solo en la astronáutica, sino que lo vemos de continuo en la historia (¡pobres esclavos egipcios que murieron en las pirámides para que ahora nos digan que fueron los marcianos!), en la política, y hasta en la educación. Lo que diga un mindundi, sin base científica, tiene más peso que lo que se instruye y se explica con datos que se ponen en duda porque no se saben interpretar. Ni falta que les hace, claro. Tiene más efecto mediático las tonterías en pantalla de un analfabestia que la explicación serena de un científico, un historiador o un filósofo.
Comprender la ciencia y la historia no está al alcance de cualquiera. Vivir en la perpetua desconfianza de los logros de quienes nos precedieron es un error que nos costará la historia, la ciencia, la cultura y la civilización. Sobre todo si no hay logros alternativos, si no se dan teorías que puedan comprobarse, si se confía en la casualidad porque se es incapaz de entender que todo tiene una causa. El cambalache de este tiempo que vivimos es aún más pavoroso que el que cantaba el tango: Hoy resulta que es lo mismo, ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador…
Publicado en La Voz de Cádiz el 01-09-2009
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