Crisei no es un blog dedicado en exclusiva a la historieta, aunque en los últimos meses lo haya parecido.
En realidad, como suelo hacer cuando llega el verano, en vez de colgar relatos o alguna novela por entregas, este año decidí recuperar aquella lista de reseñas que escribí para la página de Bibliópolis, bajo el título de Umbrales. No llegué a completar los cien títulos previstos dada las desapariciones y apariciones de la página, y tampoco se ha cumplido mi idea de recopilar estos articulitos en forma de libro. Por eso lo he hecho aquí, en esta que es mi (su) casa. De momento.
La idea de las reseñas era centrarme solamente en títulos de ciencia ficción (primero), y de fantasía (después). Según mi propio gusto, claro, aunque intentando siempre atenerme a la importancia histórica de esos títulos. La filosofía detrás de la redacción fue tratar sólo las historietas que (insisto, según mi opinión), merecieran la pena. Mi lista de la compra, ya les digo, sin perder el tiempo en todos aquellos cientos de títulos que no me hacen mucha gracia.
La lista de la compra, claro, sólo sirve para quien va a hacer la compra. A mis gustos, súmenle mis limitaciones como lector y ex-coleccionista (lo tengo todo tan desordenado que apenas soy otra cosa que amontonador); mi incapacidad para leer todo lo que quisiera, mis lagunas.
Ha sido un relax, en tanto he tirado de material ya escrito (menos un par de artículos, ciertamente, pero les aseguro que no he pasado el verano ni releyendo tebeos ni redactando reseñas, sorry) y a la vez un experimento. El número de comentarios de los lectores me han hecho advertir, a veces con tristeza, cómo no se conocen ya muchos de esos títulos que considero capitales. Los problemas, los conocemos todos: falta de posibilidad de hallarlos (aunque ahora con internet es más fácil, oigan), falta de curiosidad y deseo de explorar hacia atrás, la forma diferente que se tiene de mirar e ignorar la historieta la misma gente que se dice amante de la historieta... No es tema para tratar ahora.
Notarán ustedes las lagunas. Mucho me habría gustado incluir en estos títulos tebeos a los que me muero por hincar el ojo, tebeos en los que quizás algún lector de esta sección con más posibilidades esté pensando. Me vienen por lo pronto a la cabeza Twin Earths, la tira de O. Lebeck y A. McWilliams, con su atractiva estética cincuentera (pero de la que sólo tengo dos números de una reedición norteamericana, y además salteados); me viene a la cabeza el francés Futurópolis, de Pellos, ciencia-ficción primaria a la que pude acceder hace un año, pero mi dominio del idioma galo es nulo, y aunque pueda entender tebeos sencillos, la enorme profusión de textos de esta obra ingenua y primitiva me impidió adquirirlo; el mismo caso de Salambó, la transposición que Philippe Druillet hizo de la novela de Gustave Flaubert, cuyas páginas a color destilan colosalismo kirbyano y poesía a partes iguales; o esas obras que después de tantos intentos por conseguir, tengo en la pila: Luc Orient, de Greg y Eddy Paape (les recuerdo que no sé francés) o el británico Dan Dare, el precursor-inspirador de nuestro Diego Valor, del que sólo pude ver unos pocos álbumes en casa de mi buen amigo Juanjo Bernal y sorprenderme por los impactantes dibujos y el colorido (y, todo sea dicho, por la belleza deslumbrante de la hermana de Juanjo); o de títulos a los que tengo un cariño especial pero a los que no he podido volver sin sentir esa extraña desazón que recuerda que las cosas no son como uno las recordaba: el caso del Kamandi de Jack Kirby, o los Sky Hawks del gran Gil Kane y el algo menos grande Ron Goulart.
Hay otros títulos que, siendo grandes, no he incluido en mi antología de obras maestras propias, consciente de que no lo son, aunque figuren entre mis tebeos favoritos de muchas décadas: es el caso de Dany Futuro o Delta 99 de Carlos Giménez, dos títulos intrascendentes pero en cuyas páginas encontré mucha diversión adolescente; o de obras como Galax el cosmonauta, del gran Víctor Mora y el genial Fuentes Man, un tebeo sin duda muy menor pero que al niño que yo era en 1968 encandiló tanto como los otros pesos pesados que lo acompañaban en su edición en la revista Bravo de editorial Bruguera: Michel Tanguy o Fort Navajo. Es el caso también de otras obras cuya lectura me divirtió enormemente en su momento y hasta pensé en incluir, como el O.M.A.C. de John Byrne, a la que quizá falta un punto para ser redonda, o esa otra obra capital como es Grendel: Guerra de Clanes... una reflexión tan ácida y tan certera (y tan vivida) sobre la guerra en los Balcanes que me cuesta considerarlo ciencia-ficción y no reflejo cuasi-periodístico del horror de la guerra.
Y por fin, hay títulos que no están incluidos en esta mi lista propia por el simple hecho de que no me gustan: títulos como el británico y pedante y sosísimo Jeff Hawke, un tebeo tan frío como la película 2001 a la que acaba acercándose y cuyos dibujos, sin los trucos del zippatone, se quedan en nada; títulos como El Vagabundo de las Estrellas o Los náufragos del tiempo, que me ponen de los nervios, o Camelot 3000, donde la puesta en escena de Brian Bolland da mil o dos mil (o tres mil) vueltas a la tontísima historia llena de agujeros de Mike W. Barr (les juro y rejuro que yo quería por encima de todo que este tebeo me gustara, en los años ochenta y en alguna relectura posterior). Títulos como American Flagg, o Time 2 o Cody Starbuck del gran artista y confusísimo escritor Howard Chaykin, cuya estética me encandila pero cuyos guiones soy incapaz de comprender más allá de la tercera o cuarta páginas (lo sé, lo sé, mea culpa), o como el Twilight del mismo autor y el gran José Luis García López, que tengo en la edición norteamericana y la española y que, ay, jamás he sido capaz de leer.
La lista de la compra, les decía, que sólo sirve para quien va a la compra. Si todos estos artículos han servido para despertar su curiosidad o su nostalgia e impulsarles a buscar o releer alguno de estos títulos, miel sobre hojuelas.
A partir de los próximos artículos Crisei volverá a ser ese cajón de sastre de mis desastres, mis filias, mis fobias, mis anécdotas, mis miedos, y la historieta volverá a ser sólo una parte esporádica de las muchas cosas que aparecen por aquí.
Volveremos a la normalidad, sea lo que la normalidad sea.
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