Desde que las generaciones de los noventa se volvieron, más que contestatarias, contestonas, pareció que el mundo del comic-book americano iba a multiplicar sus editoriales y, con ello, sus temáticas. No fue así: la pretendida búsqueda de independencia (aplicable en los años setenta y ochenta a otra manera más pura de buscar caminos temáticos a la historieta) se convirtió en la repetición de los elementos superheroicos que ya estaban publicando las dos grandes, con muchísima más ambigüedad moral en los personajes (imposible saber quién era héroe y quién antihéroe), y sobre todo en la búsqueda de unos copyrights de los que luego pudiera extraerse un buen merchandising.
No es de extrañar que la paciencia de quien había aguantado décadas al pie de la imprenta acabara por llevarse el gato al agua. Las nuevas editoriales que habían surgido para hacer frente a las históricas acabaron por deponer las armas y entregarse para ser fagocitadas por sus antiguas enemigas. Una de ellas fue el sello Wildstorm.
Sin embargo, una vez asumido ya por DC, quizá con un respaldo editorial conseguido para poder hacer otros trabajos de encargo dentro del sistema, Kurt Busiek, Carlos Pacheco y Jesús Merino presentan una mini-serie que va tan contracorriente de lo que se ha podido hacer y no se ha hecho en todas las décadas de los años noventa y lo que llevamos del nuevo siglo que sí podemos calificar este trabajo, Arrowsmith, de un producto plenamente independiente.
Recurriendo una vez más a su gusto por los mundos alternativos, Pacheco se alía con un guionista al que ya conoce de tiempo atrás y, en seis números, juega a aprovechar la moda de El señor de los Anillos y a reiventar las primeras décadas del siglo XX. El joven Fletcher Arrowsmith vive aislado y feliz en los Estados Unidos de Columbia, una arcadia que el dibujante retrata con resabios de Mark Twain, mientras en Europa lo que nosotros conocemos por Primera Guerra Mundial es un enfrentamiento entre hombres y criaturas de leyenda. Porque el punto de jonbar de esta miniserie es que, en efecto, la magia existe y en ella conviven trolls y humanos, desarrollando un universo paralelo donde no es difícil reconocer ahora en Pacheco, más que nunca, las influencias de los autores europeos que forman parte de sus influencias como artista.
Al igual que la serie de novelas de Alvin Smith de Orson Scott Card, en Arrowsmith se nos enfrentan los sueños idealistas con la cruda realidad de la guerra. El argumento sigue la formación de una especie de Escuadrilla Lafayette alternativa, el Cuerpo Aéreo Trasatlántico, en un largo periplo inicial que sabe a poco quizá porque la acción queda abierta a nuevos lances.
Los deseos de hacer un cómic que no recuerde a los superhéroes, a pesar del pasado artístico de cuantos están envueltos en él, lleva a la búsqueda de soluciones gráficas inéditas a la hora de describir el vuelo de los personajes. En un más difícil todavía, este tebeo de aviación sin aviones nos muestra duelos a espada en el aire, una fauna donde se nota la formación como biólogo del dibujante, y una forma de presentar el horror de la guerra y la destrucción de las ciudades que sorprende por su naturalismo.
Arrowsmith fue un gran éxito de ventas especialmente en Francia: su naturaleza de álbum de BD es casi descarada, pues trasciende la naturaleza del comic-book al que la industria americana está mal acostumbrada. Comprometidos con otras series y otros proyectos, parece que la continuación de las aventuras del idealista volador se harán, de momento, en forma de novela ilustrada.
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