Entre el cuento de hadas fantacientífico y Príncipe Valiente, con abundantes ecos de El Señor de los Anillos o Dune y un gusto por las estéticas alienígenas impulsadas por los maestros franceses como Moebius o Caza, Nausicaä del Valle del Viento es un tebeo de concepción moderna que subvierte a su modo muchos de los grandes tópicos sobre los que se cimenta el medio, agrandándolos por los referentes de los que también parte y mezclándolos con un ritmo de montaje endiablado en las abundantes escenas de acción.
La ecología se mezcla con la poesía, el medievalismo con el futurismo, la ternura con el humor grueso, el bien con el mal. Nausicaa es Little Nemo si Little Nemo no hubiera despertado jamás del país de los sueños, pero el mundo desquiciado donde la joven princesa vuela y planea con su deslizador es más bien una tierra de pesadilla provocada por las pesadillas que ahora mismo pueblan nuestro propio mundo desquiciado.
Las sorpresas que introduce la serie son continuas, un verdadero festín temático y plástico. Quizás pueda achacarse una cierta confusión en el montaje de esas mismas escenas de violencia que le son tan características y esa tendencia a la disgresión sobre el cuerpo principal de la narración a la que tan dados son los autores japoneses. En ese aspecto, las peripecias continuadas y los momentos en que tanto Nausicaä como los abundantes secundarios de la serie (¡y cuánta simpatía y comprensión es capaz de mostrar el autor hacia "los malos"!) se apartan de la batalla principal que es el leitmotiv de la historia llegan a resultar, si no tediosos, sí algo desconcertantes.
Robóticos centinelas de piedra que se excavan en las profundidades de la tierra como si fueran la versión high-tech de los anillos de poder de otras sagas; gigantescas catedrales voladoras que no aprenden de las consecuencias de sus bombas; esporas que consumen el mundo ampliando el Mar de la Corrupción que todo lo ahoga y anega; tristes animales mutados, consumidos por la desolación y consolados por la chispa de comprensión que Nausicaä puede darles, todo se encuadra dentro de un profundo cuento moral, de una alegoría de la naturaleza y el papel del ser humano y la responsabilidad que tiene con ella.
Los hombres ya no somos Nausicaä. Tal vez, como Pulgarcito o la niña de corazón puro capaz de domar al unicornio, alguna vez debimos de haberlo sido.
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