Cómo se está poniendo el patio. Miedo me da ir canturreando por la calle, o en la ducha, y hasta recitar en clase algún soneto de Shakespeare o de Keats me da ya canguelo. Líbrenos Dios de los zelotes que han perdido el norte. Locos de atar, de los de tirar la llave. Yo no creo que vivamos en un estado policial, de momento, al menos, pero que hay gente que se extralimita en sus funciones y se cree mejor que nadie con la placa de sheriff, no me queda duda de que los hay a cientos.
Bien está que se protejan los derechos de autor de los músicos (me da que bastante menos de los escritores, a mí desde luego cada vez que me tima un editor no viene nadie a defenderme), pero que el estilo de poner la mano de estos hombres del maletín recuerde cada vez más a esos negocios de protección que hemos visto todos en las películas de gangsters, ahora que resucitan a John Dillinger, rozaría lo ridículo si no empezara a darme, y lo digo en serio, mucho miedo. Hace unos meses ya vimos cómo la SGAE pedía dinero por un concierto benéfico que dio David Bisbal para un niño enfermo. Se echaron atrás, imagino que sin que se les cayera la cara de vergüenza: si cuela, cuela.
Ahora contraatacan pidiendo, y ya van dos en dos días, un porcentaje de taquilla por la representación de El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, y de Fuente Ovejuna, de Lope de Vega, a los pueblos del mismo nombre. Calderón y Lope llevan muertos siglos. Sus obras pertenecen no ya a la cultura española, sino al acervo cultural del mundo. Ambas representaciones teatrales son, en sus localidades respectivas, señas de identidad, reclamo turístico, incluso ilusión aficionada y compartida por unos actores que se dedican a otra cosa y que viven el resto del año en su calidad de amateurs. No les pide la SGAE una minucia, sino un porrón de miles de euros con efecto retroactivo, aprovechando que seguimos todos sin entender cuánto significan las cifras cuando ya se disparan a los seis dígitos.
Esto se llama hacer el ridículo. Estar de la olla. Haber perdido cualquier sentido de su misión social hacia los miembros de su colectivo. Al paso que van, acabarán por exigir que se les pague por los festivales colegiales que, en Navidad o en fin de curso, se representan en todos los colegios de España para disfrute de padres y madres. Ya sé que algún grupo teatral escolar, de esos que roban las horas a los estudios y los amigos y que luego representan dos veces una obra, con muchos nervios, para recaudar unos poquísimos euros que luego entregan a organizaciones de caridad, tienen que retratarse también si no quieren meterse en líos. Absurdo.
Lo que les digo: no podremos cantar ni villancicos. Ni aprender a tocar la guitarra, no vaya a ser que nos pidan canon por la partitura. En Elche, con la representación del Misterio (anónimo, si mal no recuerdo) deben de estar ya con las carnes abiertas. Yo de Teófila Martínez no estaría tan tranquila, no vaya a ser que les aparezcan estos señores de negro diciendo que vienen de parte de Georgie Dann o de quien quiera que escribiese aquel engendro de la barbacoa.
Publicado en La Voz de Cádiz el 17-08-2009
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