Tradicionalmente, las fronteras del tebeo de ciencia-ficción se cierran, para público y crítica, con los superhéroes. A pesar de los abundantísimos elementos fantacientíficos de los enmascarados de uniforme (desde el origen de Supermán hasta el de Fantastic Four), la mezcolanza de aventura, melodrama, aventura sin complicaciones y limitaciones narrativas hace que los superhéroes sean vistos como una casta aparte del gran tronco de la ciencia-ficción (o quizá es que, claro, el tronco de la ciencia-ficción no sea más que una rama del árbol de lo fantástico).
Sin embargo, más que Fantastic Four, el título insignia de Marvel Comics durante más de una década, con sus abundantes elementos de civilizaciones extraterrestres o sumergidas, sus mundos subatómicos o sus dioses cósmicos y sus lacayos, cabría considerar a la Patrulla-X el tebeo más novedoso, en tanto ciencia-ficción, de los muchos que forman o formaron parte del sello marveliano. Ya de entrada, se prescinde de las explicaciones pilladas por los pelos para los poderes sobrehumanos de los personajes, y se da el siguiente paso en su creación: los X-Men, como gran parte de su elenco de enemigos y aliados, serán mutantes, un nuevo estadio evolutivo, la nueva raza de homo superior que algún día, quizá, sustituirá al homo sapiens en la Tierra... si el homo sapiens, los propios mutantes y los numerosos visitantes de otras galaxias lo permiten, naturalmente.
Los elementos de ciencia-ficción ingenua de Stan Lee y Jack Kirby (fugaz en su paso por el título, aunque sin duda capital en su concepción), es sabido, no fueron suficientes para permitir la supervivencia de este comic-book: extraterrestres ultrapoderosos, ordenadores psíquicos, robots de parecido a Frankenstein, supervillanos magnéticos, hermanastros místicos y, sobre todo, el miedo a los hijos del átomo simbolizado en la histeria antimutante estimulada por el carismático líder de opinión Bolivar Trask y personificada en los robóticos Centinelas, quizá por estar sazonados por demasiados elementos dispersos y un melodrama algo facilón (pero deliciosamente naif), hicieron que los X-Men desaparecieran del mercado... hasta su sorprendente resurgir en 1975.
Reestructurado el grupo y convertido en una variopinta muestra de personajes aparentemente internacionales, Len Wein sería sustituido tras un sólo número de prueba por el joven y entusiasta Chris Claremont, auxiliado por los lápices de Dave Cockrum, y el resto sería historia del medio durante una buena decena de años. Las influencias de elementos de ciencia-ficción serían entonces destacadísimas, dadas las aficiones comunes de guionista y dibujante. Abundando en el futuro del título que ya habían esbozado en su canto de cisne Neal Adams y Roy Thomas, cabe destacar la inteligente transposición de elementos tomados de Star Trek y Star Wars, y más adelante de Alien y Terminator. Cockrum sería sustituido a los lápices por John Byrne, y es a partir de ahí cuando los X-Men despegarían definitivamente, llevando más lejos que nunca el tema recurrente de la histeria anti-mutante (convertida en paradigma de las luchas raciales en nuestro mundo), la cual derivaría en los dos números "Days of Future Past" (X-Men 141-142), el primer intento serio (y sin duda el más válido) de crear un futuro alternativo donde esa misma histeria racista ha condenado a la muerte a superhéroes, supervillanos y mutantes por igual, envuelto todo además en una atractiva paradoja temporal. La llegada de Paul Smith al título y el paseo de la Patrulla-X por la galaxia Shi´ar, de cuyo émulo de la Princesa Leia andaba enamoriscado el jefe del grupo, ofrecería lo que sin duda son los mejores momentos de puro space opera del título, entre hermanas reales que se odian, padres corsarios e hijos mutantes que se desconocen, razas parásitas ladronas de posos genéticos y ballenas estelares que cantan su libertad bajo los vientos cósmicos. Junto con la novela gráfica Dios ama, el hombre mata (1982), dibujada por Brent Anderson, son los momentos deslumbrantes de una serie que continúa más allá de la capacidad innovadora de sus propuestas, atada a un continuismo que impide desarrollar y/o simplificar lo retorcido de sus abundante tramas yuxtapuestas. Pero durante varios años, al menos hasta el número 175 de la saga, la Patrulla-X supo aunar innovación, drama, caracterización, fantasía y muchos mundos de ciencia-ficción como pocas veces, o ninguna, se habían visto antes en el color de puntitos de los tebeos de superhéroes.
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