Esta histórica mini-serie es ciencia-ficción en tanto extrapola en un futuro hipotético o alternativo la absurda situación de los superhéroes y su nicho en el mundo que habitan. Constreñidos por la continuidad mensual, y siendo la gallina de los huevos de oro de un mercado que no sabe ni puede buscar otros cauces, los diversos universos superheroicos son incapaces de evolucionar más allá de sus propuestas establecidas, por lo que hubo que recurrir a mundos alternativos (como la clásica Tierra 2 o los más recientes títulos de Elseworlds) para contar todas aquellas historias que no podían contarse. Hubo quien aprovechó la coyuntura y quien dejó pasar la ocasión, para relatar historias igual de insulsas que en los comic-books serializados. Afortunadamente, este caso concreto vale por todos los experimentos que acabaron en desastre.
En estos cuatro álbumes en formato prestigio, Frank Miller (que procedía de Marvel, donde ya había desarrollado hasta el límite al personaje Daredevil antes de crear su Ronin y demostrar ser un autor que no tenía por qué ceñirse a un solo palo artístico) se erige en guionista y dibujante (auxiliado por las eficaces tintas de Klaus Janson y los colores de Lynn Varley), para narrar la historia de un Batman casi anciano en un mundo que, a base de mezclar las contradicciones de nuestro mundo real y las que salpican las convenciones de los tebeos, casi no tiene parangón, al menos entre las majors editoriales norteamericanas. El regreso del Señor de la Noche (como fue titulada la serie en castellano, ignorando por fuerza el juego de palabras entre "Caballero Oscuro" y "Noche Oscura" del original) es ciencia-ficción dentro de los parámetros de lo que hasta entonces era (y sigue siendo) un mundo de fantasía, la última vuelta de tuerca al vigilantismo intrínseco de los enmascarados de papel en un entorno degradado y antiutópico ya entrevisto en el cine en películas como The Warriors o Calles de fuego, o cómo la sociedad se corrompe hasta tal punto que ni las fuerzas del orden ni la intervención deus ex machina de los superhéroes al uso pueden controlar la erosión social en una jungla de asfalto condenada al desastre.
Sin hacer concesiones a la lectura, exigiendo una entrega total al lector, con múltiples viñetas por página y utilizando en varias ocasiones como hilo conductor los noticiarios televisivos, salpicado de abundantes homenajes a Will Eisner y con un estilo feísta porque lo que se retrata en estas viñetas no es bello, aquí Batman se erige en único ser cuerdo en un mundo enloquecido. O, más concretamente, en un loco de nuevo cuño contra una sociedad que ha perdido ya toda esperanza de salvación. En un estado donde la anarquía campa por sus respetos, donde los iconos de otro tiempo ya no pueden contener la riada de locura y podredumbre que impera en las calles (y los ejemplos contrapuestos de Superman y Ronald Reagan están ahí para algo), este viejo Batman, acorazado, agotado también de ideales, gigantesco en comparación con su diminuta sidekick, mero freno a la inundación delictiva, impulsado por la ingenuidad de una nueva Robin y enfrentado a antiguos amigos y enemigos por igual, habrá de morir y resucitar para encabezar una revolución subterránea contra el establishment, no importa si para ello tiene que emplear entre sus filas a la misma escoria contra la que se alza, de ahí la paradoja.
Se ha dicho en ocasiones que los villanos de Batman se presentan en cada historia como si se pretendiera darles una última vuelta de tuerca, contar la aventura definitiva, la definición absoluta. De Dos Caras al Joker, pasando por un tullido Flecha Verde que todavía cree en la revolución o un Superman que se presenta como luz absoluta (y por tanto inútil) frente a las sombras de las que Batman surge y a las que Batman encarna, es difícil imaginar una historia más terrible, una evolución más definitiva de los personajes. Es, ya lo digo, una historia sin freno ni marcha atrás: en Dark Knight no se da cuartel porque tampoco se pide, no se engaña a nadie porque es sabido que los personajes malviven en un universo en pie de guerra. Desde entonces, para bien o para mal, ni lectores ni autores vieron ya a Batman de la misma forma.
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