Es el crossover definitivo, una idea que está posiblemente mucho más allá del resultado conseguido en su plasmación, o puede que, después de todo, la historieta no fuese el medio ideal para desarrollar tan abrumador concepto. La penúltima vuelta de tuerca de Alan Moore, al parecer dispuesto a reinventar el comic-book con su línea independiente ABC (America´s Best Comics) se sirve nada menos que de los personajes clásicos de la literatura victoriana (aunque remonte a mucho más atrás en el tiempo) con algún guiño hacia la subcultura pulp, para trenzar una historia divertida y sorprendente donde se unen Mina Murray, el capitán Nemo, Allan Quatermain, Edward Hyde y su reverso tenebroso el doctor Jekyll (¿o era al revés?), el invisible señor Griffin y, por fin, una pléyade de secundarios de lujo como Auguste Dupin, Robur el Conquistador, el profesor Moriarty o (por alusiones) Mycroft Holmes para enfrentarse a un mal en la sombra que, por problemas de copyright, no puede ser identificado como Fu Manchú, y librar una espectacular (y un tanto fallida, en mi opinión) batalla final sobre el cielo de Londres.
Es una Inglaterra alternativa donde todos esos personajes ya conocidos se interrelacionan y compiten, y Moore y O´Neill llevan el rizo más allá al poner en práctica un divertido juego intertextual que comienza en las portadas (que reproducen estilos y estereotipos de revistas victorianas) y se amplía y continúa en las páginas de anuncios y pin-ups presentados. Es un tebeo steampunk realizado desde dentro mismo del steampunk, y su gracia (y también su principal defecto, por qué no decirlo) estriba en la incapacidad de desentrañar TODOS los guiños que en él se ofrecen. En ese sentido, la erudición continuada de Alan Moore es abrumadora (posiblemente haya vertido en este tebeo toda la bibliografía empleada para realizar el tebeo más importante del final del siglo XX, From Hell), y el número 2 de la saga, con su visita al Museo Británico y sus panoplias y sus secundarios (impagable la violación del Hombre Invisible nada menos que a Pollyana en un colegio-burdel de resonancias subculturales británicas que a nosotros, ay, no nos dice nada) es quizás el más conseguido de todos ellos, dada la sensación de universalidad que consigue transmitir a toda la literatura "juvenil" (el tebeo casi parece un suma y sigue de aquellos tebeos de nuestra infancia brugueriana, las Joyas Literarias Juveniles), sólo que aquí poco hay de juvenil: en el lenguaje empleado por los personajes o los tejemanejes en la sombra de "M" (porque no pueden faltar las alusiones a James Bond en la persona del único personaje inventado ad hoc, Campion Bond) vemos un galimatías político y literario que deriva hacia la cavorita y, al final, enlaza con La guerra de los mundos, en una continuación a la primera mini-serie de seis números bastante inferior a la original, en tanto prácticamente es un remake del libro.
Si tan feliz hallazgo hubiera sido explotado en, digamos, la literatura, nos encontraríamos sin duda con un libro capital, dado el origen literario de los personajes utilizados, y muy superior a experimentos similares como El año de Drácula. Los juegos de matices no se ciñen a lo puramente guionístico, y el dibujante (que ya participó en la primera deconstrucción-parodia del superhéroe al uso con el salvaje y divertido Marshal Law) rellena las viñetas de datos y guiños que completan la enorme piedra filosofal que es en el fondo este tebeo. No es extraño que circulen por internet las anotaciones realizadas por los lectores a los comic-books, porque el caudal de referencias es incomensurable y riquísimo.
El feliz hallazgo, decía, está muy por encima de la historia que se cuenta, y en esta habilidosa mezcla de tebeo y literatura, de ciencia-ficción y terror y aventura y pulp quedan todavía muchos elementos que conjugar, de Lewis Carroll a Drácula, de Sherlock Holmes a Doc Savage, de Frankenstein a Phineas Fogg...
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