A fuerza de hacer énfasis en que la historieta es un medio eminentemente visual, hemos relegado a un segundo plano el reconocimiento ineludible de que es también un medio literario donde la palabra (o, en su defecto, su ausencia omnipresente) puede y debe tener su carga específica, su significado intrínseco que no debe ser dejado al azar.
Entre las influencias que la historieta tiene y a las que la historieta influye se cita normalmente el cine (antes que la novela o el relato), y se olvida que en ocasiones cine y cómic son medios que desarrollan según sus posibilidades y medios técnicos una narración. Igual que la radio.
En un mundo poblado por seguidores de los demás medios de comunicación, o por decirlo de otra manera, entre las influencias de los grandes maestros de la historieta, no suele citarse el medio radiofónico, cuando es sabido que en múltiples ocasiones los mismos personajes de la historieta o los pulps saltaban a la radio o a los seriales cinematográficos sabatinos, igual que se producía el caso contrario.
Ejemplificando el caso, los relatos ilustrados por el simpar Steve Ditko para la serie de la Charlton Comics Tales of the Mysterious Traveler a mediados de los años cincuenta acusan la influencia, entre otras cosas, de todo un modo de entender la magia y la seducción que, obligatoriamente, debe conllevar un medio de expresión que utiliza a la vez la imagen y la palabra. Las historias breves que componen las extrañas narraciones de ese misterioso Viajero de sombrero, bufanda y abrigo se encuadran dentro de ese tipo de narración corta que en la televisión harían populares series como Twilight Zone o Alfred Hitchock presenta, con un claro viraje hacia el fantástico (y en ocasiones la ciencia ficción) que preludia lo que luego serían las historias que el propio Steve Ditko ilustraría bajo guiones de Stan Lee en sus series de monstruos y, sobre todo, en su Doctor Extraño.
Pero la gran novedad es que ese Viajero Misterioso, de quien nada sabemos y que imita a los presentadores televisivos como Rod Serling o el propio Hitchock y se emparenta con los personajes típicos de la EC Comics o sus herederos, el Tío Creepy y el bufonesco Eerie, no es como aquellos contrapunto burlesco de las historias que narra, sino testigo. Su función es la de un narrador que procede de la radio y de Orson Welles y el programa de La Sombra que éste interpretó en sus años juveniles. De de ahí, posiblemente, que el aspecto físico del Viajero recuerde poderosamente al del personaje pulp, desprovisto de su aura heroica y potenciada su carga ensoñadora y misteriosa.
El Viajero está dentro de las historias que narra y a la vez está fuera de ellas, es voz en off y al mismo tiempo reflexión moral sobre lo que ve y cuenta. Así lo veremos en multitud de ocasiones, encarnando lo que en cualquier otra historieta sería un simple cartucho de texto, caminando entre viñetas y siendo mudo testigo de los actos y locuras de los personajes que llaman su atención y, a través de su presencia, de la nuestra. Radio en imágenes, casi podemos oír sus pasos envuelto en la niebla y casi escuchar los tonos susurrantes de su voz de humo. Rara vez sonríe, siempre parece lamentar los destinos que comenta y las paradojas que comunica. Es hijo de la experimentación gráfica de un dibujante que está, como él mismo, muy por encima de las historias que pueda narrar (historias escritas por autores anónimos o que han sido, en todo caso, apagados por la deslumbrante puesta en escena del artista pero que, gracias a ésta, ven enzalzado el valor de sus palabras como pocas veces se ha visto en el medio). El Viajero encarna el misterio porque vemos su rostro pero no sabemos quién es, ni cómo piensa, ni de donde viene ni adónde va cuando termina de encandilarnos con su voz y sus historias. Igual que los personajes y los actores de un serial radiofónico. Igual que el eco de una voz en el éter que sugiere misterios y propone atmósferas.
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