Nuestra cultura pop vive de modas y a veces logra trascender las modas. Es el caso de este título, donde se mezclan con acierto inigualable el culto a las artes marciales que invadió las pantallas grandes (y las pequeñas, con la serie Kung Fu) con la filosofía zen, las historias de espías cinematográficos y, last but not least, el tebeo de superhéroes. Fue, desde el principio, un tebeo notable que en seguida alcanzó categoría de obra maestra. Quizá no sea exagerado decir que nos encontramos ante el mejor comic-book de la década de los setenta.

El kung fu venía asomando en el cine desde hacía tiempo. Actores como Steve McQueen o James Coburn practicaban artes marciales y su instructor era un joven chino-norteamericano que había aparecido fugazmente en un par de episodios de la serie Longstreet y había logrado interpretar a Kato en la versión televisiva-respuesta a Batman que fue The Green Hornet. El mundo del cine de Hong Kong esperaba a Bruce Lee, y una serie de televisión, apropiadamente llamada Kung Fu, que finalmente cayó en manos de David Carradine, pues los productores no se atrevieron a entregar el papel estelar a un oriental y confiaron en los maquillajes y el mestizaje para su protagonista. Bruce Lee hizo pequeña historia del cine de acción de bajo presupuesto, pero su impronta sacudió las pantallas de todo el mundo, y su muerte temprana y misteriosa dejó abiertas de par en par las puertas de la leyenda.

Marvel Comics tenía, al parecer, los derechos de las novelas de Sax Rohmer (los setenta, recordémoslo una vez más, fueron una época de redescubrimiento pulp), así como los de la adaptación al cómic de la serie televisiva, un western-pero-menos para un medio donde ya el western era historia. Al final, se optó por un camino intermedio, quizá porque Fu Manchú como protagonista absoluto iba a ser bocado difícil (para eso ya estaba Tomb of Dracula y, en menor medida, aquel título dedicado a los supervillanos), y de ahí nació una revista en blanco y negro y un comic book, The deadly hands of kung fu la primera, y The Hands of Shang Chi, Master of Kung Fu, el segundo, donde el personaje tuvo cabida después de haber sido presentado en otras revistas de la casa.

Shang Chi fue, ya de entrada, un personaje atípico, donde el angst adolescente tan común en los personajes marvelianos se sustituía por una calmada filosofía oriental que no hacía ascos, por imperativo comercial, a las peleas cuerpo a cuerpo. Fue, entre otras cosas, un tebeo que innovó desde el principio, en tanto los textos en off (esa palabra que ahora tanto se usa y que tan fea es, la cartela) por primera vez se expresan en primera persona, creando un fuerte vínculo afectivo y reflexivo (y poético) entre el lector y el personaje. Por otra parte, acostumbrados a las piruetas y los malabarismos visuales de los superhombres de colores, dibujar un tebeo de artes marciales tenía su dificultad, en tanto que los movimientos, las poses, las katas, la coreografía en suma tenían que parecer más plausibles y reales que los brincos, piruetas y puñetazos sensorround de los enmascarados de uniforme. Quizá por eso, ya desde el principio, en las historias dibujadas por Jim Starlin y Al Milgrom, se optó por jugar al montaje analítico que tanto recordaba al montaje cinematográfico.

Antihéroe heroico, hijo de un supervillano que desea conquistar el mundo aunque tenga mala suerte, tal vez incluso precursor de Luke Skywalker, el joven Shang Chi ha sido educado para ser el arma perfecta, el brazo desarmado pero letal de su padre. Sin embargo, Fu Manchú ha dejado escapar un factor importante: en su educación, Shang Chi, engañado y algo ingenuo siempre, ha adquirido conciencia, y su primera misión, la de asesinar al doctor Petrie, viejo, moribundo ya, inofensivo, le hace compreder que su padre no es precisamente un filántropo, sino el mal encarnado.

Los primeros números de la serie, creada por Steve Englehart, nos muestran a un Shang-Chi hippie, vestido con un llamativo kimono rojo con el símbolo del ying y el yang en la espalda, descalzo, una cinta peculiar en la cabeza, que lo mismo recorre las calles de Nueva York que los pantanos de Florida (donde encuentra no sólo al Hombre Cosa, sino a David Carradine, anuncio de futuros cameos cinematográficos por venir), hasta que el joven dibujante Paul Gulacy, y el grandísimo guionista Doug Moench se sueltan el pelo y crean la que quizá sea la obra de sus vidas.

Ambos son conscientes de que, en cierto modo, están "dibujando una película", y el acercamiento al pulp y a Fu Manchu les hace recuperar no sólo a los personajes clásicos de las novelas de Rohmer, sino ampliarlas con el cine de espías (el éxito de la película de Bruce Lee Operación Dragón tal vez tuviera algo que ver). Unos cuantos números de toma de contacto, donde Gulacy inicia experimentos de montaje y marca muy claramente cuál va a ser la estética de la serie lanzan en seguida al personaje a un mundo de espías hipertecnificados, malos más grandes que la vida, robots, femme fatales, dacoits, sifans, samuráis y panteras, supervillanos letales que no necesitaban volar y muchísimo juego intertextual. A los personajes ya conocidos (Fu Manchú, Sir Denis Nayland-Smith, Black Jack Tarr, un resucitado Doctor Petrie cuya presencia los lectores españoles no comprendimos hasta mucho después, pues la publicación de la serie en España, en blanco y negro made-in-Vértice, con colores corridos y páginas mal impresas, fue un verdadero caos) se unen pronto Fah Lo Suee, la hija de Fu Manchu (y hermanastra de Chi), el agente secreto Clive Reston y la bella espía Leiko Wu. Llevando al límite los juegos de luces y sombras, los montajes analíticos, la bella coreografía de las peleas, y superando con creces las influencias de su maestro Jim Steranko, Paul Gulacy no se corta un pelo y juega con los rostros de actores y actrices para que interpreten a sus personajes. Así, obviamente Bruce Lee acaba siendo Shang Chi, Clive Reston (cuyo juego textual es que es hijo de James Bond y sobrino-nieto de Sherlock Holmes) será un cruce entre Michael Caine y Sean Connery, Fah Lo Suee será "interpretada" por Sophia Loren, y Fu Manchu recordará a Cristopher Lee. Actores como Marlon Brando, David Niven, Faye Dunaway o Marlene Dietrich "posarán" para otros personajes, una característica de la serie que perdurará más adelante, en los tiempos de Mike Zeck y el malogrado Gene Day, donde aparecerán Humphrey Bogart (interpretando a Rick Blaine), Groucho Marx o W.C. Fields.

La sinergia que se produce en el estilo de trabajo marveliano, donde el dibujante "tira" del guionista, produce momentos inolvidables. Pero los experimentos de montaje y narración de Gulacy no son baldíos: Doug Moench está siempre presente para ir entregando capítulos trepidantes, verdaderas películas de acción con tramas, giros, vericuetos, sorpresas y gadgets, bases secretas, fieras, soliloquios impactantes y arcos argumentales que se adelantaron muchos años no sólo al concepto "mini-serie", sino que preludian al mismísimo Watchmen: la saga de despedida de Gulacy del título hace que cada capítulo/comic-book se centre en uno de los personajes protagonistas, dándose la circunstancia de que el plan de Fu Manchu para dominar al mundo es, en el fondo, muy parecido al de Ozymandias.

Momentos como el inicio del capítulo del Gato, el montaje de la cantante en las bambalinas del cabaret, la lucha en el malecón inmóvil donde se repiten las figuras de los contendientes, la botella girando o el grifo goteando demuestran hasta qué punto se podía contar y se podía contar de manera sobresaliente un tebeo como no hubo otro tebeo, ni volverá a haberlo. Puro tebeo de autor, puro arte y ensayo, pura diversión narrativa.

Para colmo, Doug Moench tuvo el valor de continuar la serie cuando Gulacy dejó el título, y puede decirse que incluso cuando le tocaron dibujantes de segunda fila cumplió con creces: suyo es el largo homenaje a Terry y los piratas. La llegada de Mike Zeck al título volvió a reverdecer su fama, a pesar de que el listón de Gulacy estaba altísimo, pero Zeck fue lo suficientemente inteligente para no imitar a su predecesor y ofrecer una visión distinta pero igual de sobresaliente.

Lo dicho: si tengo que escoger un tebeo de los años setenta, es éste.

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Comentarios

1
De: WWfan! Fecha: 2009-07-18 21:48

ShanChi jugó en el Madrid.
El padre y el hijo.



2
De: RM Fecha: 2009-07-18 22:06

y dibujó Pumby, so bobo.



3
De: Juan Fecha: 2009-07-18 22:15

El Tesoros Marvel con la etapa de Gene Day es un tomo soberbio, que creo pasó despercibido. Y no sé si en ocasiones supera al mejor Gulacy.



4
De: RM Fecha: 2009-07-18 22:16

Tampoco exageremos.



5
De: Juan Fecha: 2009-07-18 22:38

Hombre, Day hizo algunas páginas estupendas. Sobre todo me sorprendió porque no conocía nada de esa etapa y esperaba cualquier "relleno".
Por cierto Rafa, ¿Falta mucho para que queden libres de derechos los personajes de Sax Rohmer?



6
De: RM Fecha: 2009-07-19 00:55

Si son 70 años tras la muerte del autor, faltan veinte.



7
De: shang chi Fecha: 2009-07-19 02:46

obra maestra



8
De: Eduardo L. Fecha: 2009-07-19 17:49

Lo dicho. Obra maestra. Poco más se puede añadir.



9
De: RM Fecha: 2009-07-19 18:01

¿Que ojalá pudiera reeditarse completa y en color? :)



10
De: Eduardo L. Fecha: 2009-07-19 19:02

Pues sí, eso podía añadirse. Pero la cosa está complicada por el tema ese de los derechos (igual que con Micronauts, Rom y demás).
Y lo malo es que yo tengo toda la colección USA entera, y hay una buena parte de la etapa de Zeck con una calidad de impresión realmente repugnante (al igual que casi todos los comics Marvel de finales de los setenta) , se pierden la mitad de los detalles del maravilloso entintado de Gene Day, por lo cual aún es más importante que pudiera reeditarse la serie entera y en condiciones.



11
De: WWfan! Fecha: 2009-07-19 21:52

>>>so bobo

He contado mejores chistes (y peores) e incluso más descontextualizados, pero tampoco es para ponerse así...



12
De: RM Fecha: 2009-07-20 11:02

¿Era un chiste? :P



13
De: Antoine Fecha: 2009-07-20 18:47

Me releí toda la etapa de Gulacy ayer, animado por tu artículo y tienes toda la razón.
Tiene mérito que de un tebeo de circunstancias, hecho para seguir una moda, salga una obra maestra.
El dibujo de Gulacy es una maravilla, con un montón de hallagos, recuerdo unas viñetas que se forman en los cristales de una lámpara.
Y la historia en 6 partes final cada una narrada por un protagonista diferente, es impresionante, incluso por Smith que no está presente en la acción, pero justificada por el microfono.
Lo dicho una obra maestra.



14
De: Eduardo L. Fecha: 2009-07-21 09:14

La única pena de esa saga, en mi opinión, es que la entintara Marcos en vez de Dan Adkins. Marcos no hace un mal trabajo, pero no está a la altura del maravilloso trabajo que hizo Adkins en sagas anteriores como la de Mordillo o el Gato.



15
De: francisco(ollonois) Fecha: 2009-07-24 00:56

que tal Rafa y los demas... lo primero decir es que creo que Panini no esta por la labor de seguir con las bibliotecas Marvel o reeditar material antiguo... con que un poco dificil esa reedicion... a mi me gustaria otra de Powerman... le has dedicado algun articulo a este personaje en esta serie...?
otro par de cosas...
que te parecen los films que se hicieron en los sesenta de Fu Manchu...? tienes alguno favorito...?
cuales son tus titulos favoritos de artes marciales...?
un saludo...



16
De: emilio Fecha: 2010-11-01 00:37

una obra maestra sin dudoas yo tengo toda la colcion.