Más felices que una carpa en un estanque, nosotros. Cumplido el sueño de nuestra vida, prueba superada, jamón para todos. Somos inmateriales. Nuestro carnaval, digo. Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y alrededores, nada menos. Inmaterial, ahí queda eso. La créme de la créme, según dicen, aunque tenga toda la pinta de ser uno de esos timos telefónicos que te dan la lata ahora sí dentro de diez minutos también al móvil o al fijo. Como las hipotecas. Como el dinero que no vemos. Como los fantasmas. Como el tío en Graná, me temo.
La duda me corroe. Uno, que será muy mal pensao, víctima de las lecturas que no leyó del materialismo histórico. Pero en el universo mundo español hay poco más de siete mil personas que han votado (¿por internet, por teléfono, que es lo fácil, o molestándote en ir a correo para votar como se vota por correo en las elecciones, que también tiene un peluseo?) y ala, ya estamos situados en el pelotón de cabeza. Novenos de diez, por los pelos, que es lo nuestro. Todos tan panchos. Misión cumplida, rabia rabiña. Como la feria de Sevilla y la de Jerez y el Rocío se han quedado descolgados, todos contentos.
¿Y eso significa qué, exactamente? ¿Cuándo me pongan una multa de tráfico (sapristi, sapristi, que acabo de ganar dos puntos), puedo decirle al amable guardia, oiga, que soy un gaditano inmaterial? ¿Cuando me cacheen en los aeropuertos? ¿O me devolverá la pelota el camarero de turno que en verano se hace el longuis y no trae ni la cervecita ni la tapa y me dirá, ah, amigo, es que es usted inmaterial y no lo veo? ¿Y cuando nuestras agrupaciones vayan por el universo mundo haciendo bolos, dejarán de cobrar o cotizar a hacienda luego porque son inmateriales, una pura emoción, una alucinación de los sentidos, un auto de fe, un milagro indemostrado?
¿Pondrán en wikipedia una foto inmaterial de todos los tipos de todas las chirigotas del Selu? ¿Hablará en sus clases Juan Carlos Aragón de la inmateralidad fundamental del alma y el carnaval gaditanos como ejemplo inmanente de la soberanía holística del patrimonio del tres por cuatro? ¿Pondrán el pito (de caña) del Yuyu en el museo de pesas y medidas de París, pero en holograma, para que no lo toque nadie? ¿En vez de calles a nuestros comparsistas, valdrá que les dediquen una avenida en el Monopoly gaditano?
Por lo visto, la Unesco no tiene otra cosa que hacer que entretener al personal con carreras de caballos virtuales. Lo mío es mejor que lo tuyo. Pues tú más. El coche de mi padre es más grande. Como niños chicos. Qué le importará a un tío de Sebastopol que en Cádiz exista, de carne y hueso o no, un carnaval o una playa, un carril bici donde atropellan a peatones o una lonja de aquí te espero.
Y qué más nos dará a nosotros, si tenemos el carnaval como lo tenemos y, virtual o no, nos hace el apaño. Me dice mi amigo Antonio, que vive allí por la calle de la Palma, que vale, que todo lo inmaterial que quieran, que el ruido que soporta en febrerillo puede entrar en el saco. Pero que la suciedad que queda luego es sólida. Ya tenemos, en Cádiz, nuestra serpiente del verano. ¿Pero y lo que nos reímos?
Publicado en La Voz de Cádiz el 06-07-2009
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