¿Qué ocurre cuando la parodia vuela por encima de lo parodiado? Normalmente, que la parodia crece y se convierte en obra maestra por derecho propio y lo parodiado ya no puede volver a tomarse en serio.
Es el caso de este título, Groo the Wanderer, creado por el dibujante español-mexicano-americano Sergio Aragonés (con guiones, o textos, o lo que sea que quisiera anunciarse en cada número, de ese otro genio de los diálogos jocosos llamado Mark Evanier), donde a partir de la puesta en solfa de los elementos de la llamada espada y brujería, y más concretamente de Conan el bárbaro (hasta el punto de que, en alguna edición española, se rebautizó al personaje como "Groonan") se llega a la creación de un mundo esperpéntico y desternillante en sí mismo, con sus civilizaciones, culturas, escenarios y sobre todo personajes. Groo es, en cierto modo, Conan tal como debería haber sido Conan, o al menos su mundo va más allá del cajón de sastre cultural e histórico (y en los cómics, ni siquiera eso) que supone la Edad Hyboria respecto a la historia de nuestro mundo.
Porque detrás de cada dibujo de Aragonés hay elementos únicos que diferencian ejércitos y personajes, dragones y armaduras, armas y brujas, y las historias, jugando con los mismos elementos repetitivos que sirven para revalidar el humor del gag, se presentan siempre frescas y sarcásticas, dosificando la aparición de las coletillas ("¿Habré errado?") y los chistes recurrentes hasta el momento de explosión deseado. No sería descabellado decir que el único precedente que tiene Groo en el mundo de la historieta, por lo cuidado de sus detalles y la enorme cantidad de masas en movimientos de la que es capaz el artista (famoso además por su rapidez en el trabajo) es nada menos que Hal Foster y su Príncipe Valiente, de ahí que el trabajo de los coloristas de la serie sea tan importante y reconocido.
Groo es, literalmente, un cacho de carne con dos espadas, torpe, zafio, bobo, lelo. El mejor luchador de su mundo y, a la vez, el más grande gafe. A su alrededor pululan una serie de personajes tan ricos en desgracias y matices como él mismo, con quienes su camino se cruza una y otra vez, para mayor destrozo del escenario: su hermana, la reina Groella; el fiel perro Ruferto; el bello e inútil guerrero Arcadio a quien todos adoran a pesar de ser un manazas; el cínico Sabio y su perro Mulch, que cuenta historias de Groo a quien quiera escucharlas; la mujer guerrero Chakaal, de quien Groo está perdida e inútilmente enamorado; las brujas Arba y Dakarba, siempre condenadas a perder sus poderes; los pícaros timadores Pal y Drumm; el general Taranto, que odia a Groo y no deja pasar una oportunidad para hacerle la pascua...
Dondequiera que Groo pisa, el caos se produce más temprano que tarde. Guerrero excepcional, capaz de desmembrar él solito a ejércitos enteros sin hacerse un rasguño y de hundir cuanto barco tenga a mala suerte acogerlo a bordo, las historias de Groo condensan en sus páginas autoconclusivas toda una sabiduría a la hora de crear un cómic: los episodios terminan con Groo marchando ajeno a los estropicios creados a su alrededor o, en la mejor tradición del tebeo español y el cine mudo, huyendo de las masas enfervorizadas que piden su cabeza.
El gusto por el chiste cómplice se ejemplifica en los mensajes ocultos esparcidos por los comic-books ("Éste es el mensaje oculto", suelen decir la mayoría), por los delirantes poemas con los que suelen abrirse las historias, o los detalles que salpican los enredos que Groo abre en su camino: su pasión por el queso fundido, lo lento de sus entendederas cuando hay que entender un plan de ataque o simplemente una loa o un insulto...
Desde su aparición como historieta de pocas páginas en un número de Destroyer Duck a sus diez largos años como título señero de la línea Epic, Groo the Wanderer vino a demostrar continuamente que la fantasía heroica y la espada y brujería tiene otros muchos más caminos que las imitaciones de Conan... o que las revisitaciones cómicas de Conan y sus epígonos eran tan ricas o más que cualquier mundo de hipertrofiados bárbaros y musculosos ganapanes al uso. Leer cada una de las muchísimas historias de Groo es siempre un ejercicio estimulante, un placer reservado a quienes participan de la mirada crítica hacia todas aquellas cosas que no hay por qué considerar sacrosantas.
El papel que ya tardan en interpretar Sylvester Stallone o el aclamado gobernador de California. Una parodia más divertida, insisto, que ese callejón sin salida al que se ha visto abocada la fantasía heroica.
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