Uno de los "alicientes" que la fantasía heroica y no tan heroica tiene es la enorme carga de sensualidad de sus ambientes y personajes. Lo mismo que en la estética de la ciencia-ficción se hicieron populares las chicas con ropas rasgadas salvadas in extremis por el recio cowboy galáctico del libidinoso monstruo de ojos de insecto de turno, en la fantasía liberada (obviemos al catolicismo del viejo Tolkien) los elementos tecnológicos se sustituyen por fálicas espadas, los BEMs se convierten en criaturas diabólicas y la princesa o la esclava de turno ni siquiera tiene que rasgarse la ropa, porque su atuendo de andar por palacio es precisamente lo que está de moda.
Los condicionantes del Comics Code siempre impidieron que la carga de inmoralidad inherente a los mundos bárbaros se desplegara con todo su esplendor, trasvasando hipócritas conceptos sociales a mundos donde no era posible encontrar remisión: es el caso de las muchas conquistas de Conan, chicas kleenex de tirar y olvidar, y de sus ocasionales compañeras de lucha: Bêlit o la irritantemente puritana Red Sonja. Reposo del guerrero la mayoría de ellas, o arrojadas literalmente al arroyo otras (Jenna, quizá el personaje femenino más rico del universo conanista historietístico), incluso las más resueltas mujeres guerrero del género tendrían siempre un punto de castrante honorabilidad en sus acciones que las convertirían, por un lado, en objeto del deseo y por otro en cuasi-hombres de figuras curvilíneas.
Frank Thorne ya venía de contar (y contar bien) las historias controladas por el Comics Code Authority de la simpar Red Sonja, el personaje que Roy Thomas tomó prestado de los cajones de Robert Howard y trasladó a la Edad Hyboria como inalcanzable fin sexual de Conan. Allí, dio rienda suelta a su capacidad fabuladora y, quizá harto del personaje y de sus cortapisas, en seguida comprendió que el mundo de la fantasía heroica también podía ser, y de hecho lo era, un mundo de sexualidades desbordadas y juegos equívocos.
Ghita de Alizarr, descrita como una mezcla lujuriosa de Fanny Hill, Barbarella y Juana de Arco es, así, la obra maestra del autor, las correrías de una versión adulta de Red Sonja (como también lo sería, en otro estilo, Marada the She-Wolf) que de prostituta en un lupanar pasa a concubina palaciega y acaba por convertirse en mujer guerrero de desviada moral y placentera visión del mundo. Literalmente poseída por el zombi resucitado de Khan-Dagon, guerrero gigantesco y primitivo que, devuelto de la muerte para liderar ejércitos preferirá primero violar a la suripanta, Ghita experimentará un espectacular cambio psicológico (que no físico) tras tan incómoda cópula, y haciéndose dueña de la espada del muerto y de la joya mágica llamada "El ojo de Tammuz", la veremos convertida en una malhablada y desinhibida mujer guerrero que no dudará en copular con trolls, semi-trolls, muchachos en flor, reinas de muchos pechos, delicadas ayudantes de prestidigitadores a quienes encandilará con su lengua en un atrevido y mortífero sesenta y nueve, o a su propio adláter Thenef, el falso brujo que además responde al físico del propio guionista y dibujante. Ghita tiene una concepción de la vida absolutamente libre, gozosa, sin moralinas ni censuras. Goza la vida desde la vida misma.
El uso del claroscuro, las manchas de negro y gris que emplea Thorne remiten a otro grande del género, Alex Toth, formando una serie exquisita a pesar del tono decididamente transgresor de muchas de sus propuestas: Ghita y Thenef se expresan con un peculiar vocabulario, barriobajero en ocasiones, escatológico si se tercia, y la educación (o la falta de educación) de la antigua prostituta se ejemplifica también en lo obsceno de sus gestos: Ghita beberá, eructará, se señalará abiertamente el sexo en desafío a sus enemigos, iniciará un enloquecido gesto masturbación con la espada robada a Khan-Dagon, enamorará a demonios y se burlará del despistado unicornio que busca en ella una pureza que perdió hace mucho tiempo mientras recorre con su amigo el mago y el semi-troll Dahib el enloquecido y cínico mundo antediluviano que apenas disimula su deuda con Howard y los harenes de las mil y una noches. Pero también será capaz de ver de qué lado de su espada está la justicia, no tendrá reparos en demostrar su afecto (y su amor en el más amplio sentido del término) hacia el viejo charlatán de Thenef, o sufrir por el cambio al que se ha visto forzada su vida o por las muertes de los amantes que va dejando en el camino.
Publicada en España hace un par de décadas en las revistas de Josep Toutain, fue una serie que, sin la comparación inevitable con la Red Sonja de la que parte y a la que subvierte (el nombre de Alizarr viene del escarlata alizarino, el color del pelo de Sonja), perdió parte de su espíritu indomitable para ser considerada poco menos que pseudo-pornografía. Pero el hecho de que muchas, muchísimas páginas fueran redibujadas por el dibujante para su publicación en álbum dice mucho del cariño, el talento y la dedicación de Frank Thorne hacia su criatura. Y es que, como el propio autor señala, Ghita no es una dama, pero tiene clase.
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