Un ejemplo característico de que no hay que juzgar a un libro (ni a un tebeo) por su portada. Después de tantas décadas ofreciendo aventuritas insulsas de Superman donde todo queda siempre al final atado y bien atado, propiciando la sensación de que el tiempo no pasa dentro de su saga, al socaire de la moda de Star Wars, y quizá preludiando la inminente presentación del personaje en la pantalla grande con el físico de Christopher Reeve, un par de autores ya veteranos como Dennis O´Neill y el gran Neal Adams (autores de la celebérrima saga de Green Lantern/Green Arrow emulando a los personajes de Easy Rider) se descuelgan con una historia gigantesca, exagerada, quizá un poco sin pies ni cabeza, una space-ópera gloriosa donde Superman habría de enfrentarse nada menos que a Muhammad Alí, el gran campeón del mundo de los pesos pesados boxísticos, en un combate para decidir cuál de los dos era el encargado de salvar a la tierra de unos alienígenas invasores, los scrubos, pues la segunda fase de la historia lo implicaría en un nuevo combate con el gigantesco (y a su modo también heroico) luchador extraterrestre Hun´ya.
La historia es directa y sencilla, pero está perfectamente planificada en sus golpes de efecto: el primer combate entre Superman y Cassius Clay, el tiempo narrativo que se dedica a cada uno de los dos personajes (pues sin duda el boxeador exigiría bajo contrato su buena "cuota de viñetas"), el inteligente uso de los poderes de Superman y, más todavía, la manera de anularlos, la aparición de Jimmy Olsen como periodista entregado y no como sidekick molesto, y hasta el doble clímax final, donde el combate de boxeo intergaláctico alterna con el épico enfrentamiento de Superman con las flotas alienígenas que pretenden destruir la Tierra.
Sacando partido de las debilidades del superhéroe (en tanto los combates se celebran en planetas con sol rojo, lo cual anula su superioridad), extrayéndolo de su monótono contexto urbano, y sin miedo de caer en el ridículo que pudiera imaginarse, la historia confía plenamente en el espectacular grafismo de Neal Adams, que entonces se encontraba en uno de sus mejores momentos como artista: si impresionantes son las escenas galácticas, con profusión de extraterrestres pintorescos que suponen la sublimación absoluta de la escena de la cantina de La guerra de las galaxias, no se queda a la zaga la descripción de las calles de Metrópolis (en una doble splash-page inicial que ha quedado como modelo para la historia, imitada y homenajeada mil veces), ni la perfecta caracterización de los rasgos de un personaje real como es Muhammad Alí, quien no se distingue de los demás personajes ficticios ni llega a parecer, como en otras adaptaciones de actores al comic, un pastiche cabezón.
El gran formato en que fue editado este tebeo (similar al histórico crossover Superman/Spider-Man) permitía además saborear esa sensación de historia especial y bigger than life, en los tiempos lejanos en que aún no existían los formatos prestigio ni los papeles satinados. Mención especial merece la doble portada (en la edición mexicana de Novaro que llegó a nosotros reducida a la mitad), donde entre el público que asiste al combate de los "guerreros de las galaxias" pueden identificarse más de un centenar de personajes reales y ficticios, desde el presidente Jimmy Carter y su esposa a Sonny Bono, Mary Tyler Moore, Stan Lee o los Beatles, junto con Batman, el propio Clark Kent (?) o Lex Luthor.
El comic estaba basado en una novela previa de Dennis O´Neill, también inédita en nuestros lares. A la vista de lo que luego vino, tanto dentro de los comics como en el cine (¡y bien que habría lucido esta historia en la gran pantalla!), podría decirse que nos encontramos ante la mejor historia de Superman de todos los tiempos: a fin de cuentas, sus dos protagonistas eran, en palabras de Muhammad Alí, "los más grandes".
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