Recién recibido. Mayor formato, mejor presentación, algo más caro. Permite ver mejor las viñetas de las tiras diarias y no quedarse ciego con las dominicales, que siguen siendo en blanco y negro, aunque no importa mucho (Chester Gould manchaba, lo que indica que pensaba en blanco y negro, como todos los dibujantes de su tiempo). Más un montón de fotos inéditas (asusta un poco ver a ese apacible ancianito --Gould siempre fue anciano-- con un fusil de caza, oigan) y la asesoría de la hija del artista. Sigue Max Allan Collins desgranando misterios, y el extraño e inclasificable estilo del dibujante ya no es tan tosco como al principio.
Entramos en la década de los cuarenta, y en los tiempos de los enemigos desaforados y descacharrantes. Es bueno que, visto lo que venden hoy los tebeos en los USA (nos pongamos como nos pongamos, no se comen un gurruño), alguien se dedique a recuperar, y recuperar tan bien, para el futuro, las obras maestras que si hoy son ignoradas por el noventa por ciento de quienes se dicen aficionados o profesionales de esto, ni imaginarme quiero cómo estará el patio dentro de diez años.
Cómo Gould es capaz de mantener el pulso narrativo día a día, confiando en los poquitos recursos artísticos que tenía el hombre (no, no es que dibujara nunca lo que entendemos por "bien") es una de las gozadas de este título y, especialmente, de esta edición.
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