Por el honor de la bandera, desde la escuadrilla de las cigüeñas, dos en el cielo. La grandeur. Máquinas de muerte bailando en el aire como ángeles de acero. Espías, ballets imposibles, tiburones con alas, mujeres escasas y humor grueso.
El mundo de la aviación herederado de sí mismo, que fue a su vez heredero de Caniff y de Robbins. Un escritor que quiso ser Icaro y se convirtió en piloto él también.
El piloto que obligatoriamente debía estar en la revista Pilote, Jean Marais rejuvenecido, tal vez, acompañado de quien quizá fuera la autocaricatura del gran Uderzo.
Los aviones más hermosos que hemos querido pilotar nunca.
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