Ya podemos decir que Galaxy Quest no es la mejor película de la franquicia Star Trek: tenemos esta nueva película para arrebatarle ese título, una película que no es tanto una ultimatización de los personajes y postulados (como puedan serlo el James Bond de Daniel Craig o incluso Battlestar Galactica), sino un reboot (una especie de Crisis DC) que, con pies de plomo y sin estridencias, consigue eso tan difícil de insuflar nueva vida y, sobre todo, abrir nuevas perspectivas a la fantasía espacial que ideara para la pantalla chica Gene Roddenberry hace la tira de años.
El mérito no creo que sea tanto de J.J. Abrams, quien como director es corrientito y que sucumbe al tembleque de cámara en las escenas de acción, como de los dos guionistas, Roberto Orci y Alex Kurtzman, que han hecho sus deberes y son capaces de poner patas arriba todo el universo trek y respetarlo al mismo tiempo. No hay grandes descubrimientos científicos, la trama es pura y simplemente un episodio más de Star Trek (una nave extraterrestre gigantesca, un peligro cósmico, una pirueta espacio-temporal), pero está contada con buen tino y con muchísimo humor, algo que siempre se echa en falta en las últimas visitas al trekverso, donde todos los personajes parecen siempre demasiado conscientes de su importancia histórica. El giro argumental, una carta descubierta claramente en los primeros minutos de la historia y que sin embargo pasa por alto al espectador, abre nuevos interrogantes al futuro, haciendo tabula rasa... y respeta todo lo que hemos conocido hasta ahora.
Abrams, que reconoce no haber seguido él mismo ninguna de las series, parte de una premisa indispensable que ni los epígonos de la serie madre ni, por desgracia, sus actores principales (y, en gran medida, muchos componentes de la iglesia de sus seguidores) han parecido querer reconocer: Star Trek se basa en las relaciones entre los tres personajes principales: Kirk, la pasión; Spock, la razón; y Bones, el punto de equilibrio entre ambos, el humor (sarcástico en ocasiones). Alrededor del toma y daca a tres bandas se conforman las historias, y me da que gran parte del fuelle que Star Trek ha ido perdiendo en sus diversas encarnaciones cinematográficas y en sus diversos epígonos televisivos es precisamente el ascenso a primera división de los personajes secundarios (Uhura, Scotty, Sulu, Chekov y sus herederos en las otras series) quienes copan tiempo de pantalla cada vez mayor (uno de los motivos del roce entre Will Shatner y George Takei, por cierto) y acaban por convertir los argumentos en estructuras predecibles.
Un Spock inquietante de pura emoción contenida (las caracterizaciones de los vulcanos son las más logradas de la película) se enfrenta a un capitán Kirk juvenil, barriobajero, un delincuente con cociente intelectual de genio que recuerda más a Han Solo e Indiana Jones que a su predecesor televisivo, sobre todo por la cantidad de golpes que se lleva a lo largo de todo el metraje. Zachary Quinto logra hacernos olvidar a Sylar (aunque en su primera aparición casi me temí que fuera a abrirle la cabeza a una irreconocibilísima Winona Raider, su madre; bello juego en paralelo puesto que la madre de Kirk se llama Winona), y la actitud chulesca y herida de este nuevo James Tiberius Kirk le ganan pronto las simpatías del espectador. El equilibrio entre ambos, no lo suficientemente explotado todavía, lo pone un Karl Urban que recuerda muchísimo al doctor McCoy original. No llega a ser tan rotunda como Nichelle Nichols esta nueva Uhura, se agradece el humor que introducen Sulu y Chekov (que al menos ya no parecen el mismo personaje repetido por problemas de calendario de los actores), pero de los secundarios de segunda fila quien se lleva el gato al agua es el grandísimo Simon Pegg como Scotty, que logra levantar la película (y el argumento) con su aparición; habrá que escucharlo con su voz de verdad para asumir que el tono barriobajero con el que habla es, en realidad, un sustrato escocés.
La película hace guiños a los fans pero no carga las tintas: impagable la entrada en la lanzadera y el uniforme rojo del voluntario que acompaña a Kirk y Sulu. Bruce Greenwood casi parece el capitán Pike original. El romance con Uhura promete muchos e interesantes juegos por venir.
Hecha la inteligente tabula rasa, el viaje de cinco años de la Enterprise puede volver a reiniciarse con más acción, mejores efectos especiales, la misma filosofía y, sobre todo, los mismos ricos personajes.
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