La sensación de vacío, miedo, de ir a la deriva y de que se va a cometer una injusticia inminente la tenía cuando envié la primera novela y no sabía cómo funcionaba el medio editorial. Después de cientos de anécdotas conocidas, experiencias, de tratar con escritores y escuchar a editores, sé demasiado como para sentir eso. Sé que sin un currículum de más de dos páginas probablemente no me lean en casi ninguna editorial, y que en esas editoriales, aún teniendo el currículum, casi todo lo que se publica viene de enchufe. Ya he descubierto demasiados escritores que publicaron sin enchufe y que al final sí era: leyendo en su blog en un comentario la historia esa tan graciosa de aquella cena en la que le presentaron al editor tal que después resulta ser el mismo que meses después publicó el libro; la historia de Elizabeth, niñita de veinticinco muy linda que escribe muy bonito, cuya madre es amiga de la escritora tal, la cual, qué casualidad, pertenece a la misma agencia literaria donde semanas después le aceptan triunfalmente el libro; la historia del profe de taller literario cuyo amigo editor publica el libro de ¡qué casualidad! un alumno del taller, al cual ves muy chulo presumiendo; etc., etc.
También veo que la mayoría de columnistas destacados publican bodrio tras bodrio y no venden, y todos dicen que son bodrios, pero se siguen publicando.
También he conocido a algunos lectores de editoriales. Dos de ellos eran una rubia tetona siliconada y otra rubia bastante guapa (las dos sin hábito lector y sin estudios relacionados), a las que el editor le enviaba los manuscritos como una especie de favor, en el que ellas leían por encima los textos, cobraban el ratito de lectura quizá a treinta euros la tarde, y así el editor mantenía el contacto, las conocía, y de paso se abría la posibilidad sexual con ellas.
Y sobre todo veo en el mundo literario español una colección de egos y chulerías y poco éxito real que me lleva a pensar que editores y publicados viven la literatura exclusivamente en función del ego. Sólo hay que ver los anuncios de las páginas webs de las editoriales: NO ENVÍEN MANUSCRITOS. NO ACEPTAMOS MANUSCRITOS. En todas. Creo que de cincuenta editoriales visitadas ninguna me ha permitido enviarles el manuscrito. Y en algunas incluso indican los años que tardarán en volver a aceptarlos.
Dudo muchísimo que con ese panorama los editores en España tengan la ilusión de encontrarse un día en el trabajo con la mejor novela que han leído; pero sí me los imagino creyéndose grandes por despreciar a gente que no leen, deseosos de decirle a la gente cómo se hacen las cosas, o deseando hacer amistad con tal escritor de renombre y publicar cualquier mierda que escriba.
Deduzco además que, independientemente de enchufes y currículums, en editoriales y agencias no leerán autores jóvenes, de otras ciudades, o con sinopsis o estilos o textos originales (publican lo más aproximado a lo que buscan, no lo mejor que encuentran).
Si a eso le sumas gustos personales, que ese día duela la cabeza, extravíos, que el lector prefiera frases largas, detalladas y complejas que lacónicas y precisas, que el lector aborrezca la descriptiva, que la editorial haya publicado recientemente dos historias parecidas a la tuya, modas sociales, edad del lector, que pille el chiste, que pille la metáfora, etc., etc., te encuentras que publicar un libro aunque sea muy bueno es terriblemente difícil, y que luego el libro triunfe es casi un milagro. La única ventaja del sistema es que con una mierda puedes triunfar. Y esa supuesta ventaja empeora el sistema.
Por todo eso cuando envíe la próxima novela a las editoriales no tendré el privilegio de sentir ilusión, miedo, o vacío (cuando tenga el mismo currículum que Marín quizá sí lo sienta), sentiré lo mismo que si voy a una tragaperras de Las Vegas y lanzo una moneda.
Sólo que habré estado acuñando la moneda durante dos años.
Me gustaría que los escritores que frecuentan la página expusieran sus pareceres, pero creo que el que no lo hayan hecho ya obvia que este tema y este problema se lo quitaron de encima hace muchos años y muchas cenas.
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