Soy uno de esos gaditanos que, como el protagonista de “Soy leyenda”, vive el sábado de carnaval atrincherado en casa, esperando que llegue el domingo y, de un tiempo a esta parte, directamente el lunes. Hace dieciocho años que no vivo en directo el que era uno de los días grandes de la fiesta, que se dice pronto. Ya entonces la cosa empezaba a pintar chunga y no ha hecho más que empeorar año tras año.
La opinión generalizada es que se nos ha ido de las manos y que esto no hay quien lo arregle; o sea, la actitud gaditana cien por cien, y así nos va el carnaval como nos van tantísimas otras cosas. Pero algo hay que hacer con ese sábado, y al paso que vamos algo habrá que hacer también con ese domingo que cada vez se le parece más.
Ya se le define como macrobotellón con disfraces, y uno de los principales handicaps que trae es la suciedad. Ojalá fuera sólo eso. Toda fiesta popular tiene sus inconvenientes, y la suciedad es sólo uno de ellos: el problema se agrava cuando pasamos de una cuestión de higiene (¿ya no venden Zotal?) a una de orden público. No es de recibo que se reciba con los brazos abiertos a bandas de energúmenos que no saben lo que puñetas es un carnaval y cuyo único objetivo esa noche es el destrozo y la pelea: el famoso Cojo Manteca de hace veinte años es un angelito comparado con lo que hace gente en teoría menos estrambótica que el célebre y fugaz punkie.
Si se nos viene encima casi medio millón de personas, lo normal es tener dispositivos de control. No todo vale en carnaval: no si el carnaval significa saltarnos por el forro las leyes y las convenciones sociales en las que nos basamos. ¿Por qué se vende alcohol a menores? ¿Por qué los bares nunca tienen los servicios disponibles para los clientes? ¿Por qué se ve tan poca policía precisamente cuando más necesaria es? ¿Por qué faltan trenes de regreso a todas horas de la noche? ¿Por qué la ciudad se nos colapsa el sábado con los coches que entran y el domingo con los coches que salen? ¿Por qué no hay en la cabalgata encargados de quitar de en medio a toda esa ingente cantidad de imbéciles que se dedican a caminar de un lado a otro, sin ser parte de la cabalgata?
Urge concienciar a quien no entiende lo que es el carnaval de lo que supone venir a integrarse a la fiesta. Si en las grandes regatas del pasado se vetó el acceso de los vehículos a la ciudad, hay que empezar a pensar en hacerlo en Carnaval. Hay que buscar bolsas de aparcamiento. Hay que mantener muchos más servicios de autobuses. Hay que cerrar y penalizar el tráfico por el casco antiguo.
No podemos seguir confiando en la buena suerte y considerar que lo que pasa, y pasa mucho, pequeñas tragedias privadas, es poco importante. El ayuntamiento, la policía, la oposición, las asociaciones de vecinos, tendrían que establecer unas bases claras de actuación conjuntas, pactadas, consensuadas, lógicas. Esto por aquí y esto por aquí, como dice el Selu.
Buena idea, la de este año, ofrecer un nuevo pase de actuaciones el sábado en el Falla. Ya puestos, podría hacerse el resto de la semana: a precios populares, con un calendario establecido, y sin solaparse con las actuaciones en tablaos y peñas el resto de los días.
Y cuando presentemos el carnaval en Madrid o donde sea, regalar folletitos de instrucciones y hasta el lema; “Carnaval de Cádiz: véalo por la tele. Quédese en casa si no entiende lo que es la gracia civilizada”.
Publicado en La Voz de Cádiz el 02-03-2009
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