Sucedió en mi clase. Es decir, en el aula que yo dejé, al año siguiente de aquel sexto de bachillerato donde los alumnos de letras se creían superiores a los de ciencias y donde el Bulldog me enseñaría para el futuro que es mejor echarle morro al asunto que ser honrado.

Don Ernesto, el Calimero, era un alma cándida, ya lo he dicho en otros artículos. Pequeño, nervioso, con un punto a Don Bosco pero con diente de oro. Tenía un algo de campesino, o se parecía a otros campesinos que he conocido luego, haciendo de albañiles, o de conserjes. Él era cura.

Y nosotros, y los que vinieron detrás de nosotros, escuchábamos de continuo los aldabonazos de la vida. Se murió Franco, todos nos volvimos trascendentes, hasta que las paredes de la ciudad se llenaron de eslóganes de puro surrealismo cachondo que desconcentraron a mucha gente que ya iba a buscarse la poltrona para el futuro. Aquello de "Queremos las radios en color" o "Queremos los donuts sin agujeros" que firmaba el famoso Zorro Justiciero.

En Cádiz, el Zorro Justiciero, según se cuenta, era un alumno que me seguía un par de años en el bachillerato. Otras versiones dicen que era nada menos que Pablo Carbonell, pero nunca he podido constatarlo del todo. Un chaval vivalavirgen, en cualquier caso, rebelde, provocador. Como tantos chavales, pero en el momento oportuno.

La anécdota, que creo real, es la siguiente: nada gusta más a un chaval de dieciséis años que llevarle la contraria a un cura no ya en materia de fe, sino en cuestiones de vida. Antes y ahora. Y si el cura se pone nervioso y se enfada (antes seguro que se enfadaban mucho más que ahora), ya no digamos.

El Zorro Justiciero del futuro se enfrentó, como tantas otras veces, al pobre e ingenuo Calimero, que parecía no entender que los argumentos le importaban bien poco: cualquier excusa es buena para divertirte en clase. Calimero entraba al trapo y el Zorro, astuto como su nombre en clave, lo burlaba.

--¿Por qué tengo que hacer esto? --preguntó el Zorro.

--¡Porque yo te lo digo!--tronó Calimero.

--¿Entonces tengo que hacer lo que usted me diga?".

--¡Lo que yo te diga!, tartamudeó Calimero, sin duda poniéndose rojo.

Y entonces el Zorro Justiciero se sacó el sofisma de la manga:

--¿Y si usted me dice que me tengo que tirar por la ventana?

--¡Pues te tiras!

Y ni corto ni perezoso el Zorro Justiciero se tiró.

Era una primera planta y simplemente se descolgó, se apoyó en la reja de la ventana de abajo y llegó a la calle. Dio la vuelta, entró otra vez en el colegio y regresó a la clase.

Calimero ya no estaba: le había dado un síncope.

No le pasó nada, a ninguno de los dos. Pero más tarde pusieron barrotes en las ventanas del primer piso. Para que no entraran ladrones, dijeron. Más bien, para que los zorros jóvenes no se escaparan del gallinero.

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Comentarios

1
De: Lord Ruthven Fecha: 2009-03-03 01:01

;)



2
De: Logos Fecha: 2009-03-03 02:13

Me lo voy a creer porque eres tu Rafa. Si es que la realidad siempre supera a la ficción.



3
De: Agustin Padilla Fecha: 2009-03-03 12:37

Rafa la historia es genial, yo tube un compañero de clase que era un auténtico Zorro Justiciero también, y no sólo lo era él, sino que además me lo contagió a mí...yo era como su "robin"....Por cierto, puede ser entonces que el que saltara por la ventana fuese Pablo Carbonell?



4
De: RM Fecha: 2009-03-03 12:39

Eso dice la leyenda popular.



5
De: Urui Fecha: 2009-03-03 12:39

En mi instituto (allá por el 1997) había un chico llamado Fabian.

Un día, un profesor le dijo "¡Cojes la puerta y te vas!". Y Fabian sacó la puerta de las bisagras (no era muy difícil de hacer, con levantar la puerta ya se salía), la dejó apoyada en la pared del pasillo y se fue a la cafetería.



6
De: Agustin Padilla Fecha: 2009-03-03 12:50

Esa es muy buena también, mi amigo tenía un coeficiente intelectual muy por encima de la media, le llamaban "el sabio" y lo habían pasado de 5º a 8º de E.G.B., era un gran estudioso por su cuenta de filosofía y todo tipo de música, especialmente la más alternativa. Tenía la capacidad de llevar a la furia a más de un profesor en numerosos "debates" que iniciaba en cada clase, dando igual el tema.



7
De: Ivan Gil Fecha: 2009-03-03 18:17

ah, aquellas horas que nunca volveran...
Las anecdotas de instituto son sin duda las mejores, mas potentes que las del colegio pero aun con esa ingenuidad que ya no tiene la universidad, con ese alborozo hormonal,que aun nos mariposea en el estomago dos decadas despues al recordar.
Y es en estas anecdotas cuando la realidad suele superar a la ficción casi siempre. Yo solo con lo que recuerdo(la mayoria lo he olvidado) me hacia 5 "american pies" sobresaturadas.



8
De: AMS Fecha: 2009-03-03 19:20

Veamios:
COU de 1977 o 76 en San Felipe Neri.
Recordar que en aquella época las clases eran separadas por sexos hasta COU. En el colegio aparecen las primeras niñas de las esclavas. Como es natural el primer día de clase están todas juntas al lado de la escalera.
Hay un alumno que es un verdadero especialista en toda clase de caídas y golpes. Para presentarse a las niñas nuevas sólo se le ocurre tirarse desde la segunda planta por el hueco de la escalera. Las niñas comienzan a gritar de puro pánico. El amigo se levanta, se sacude un poco y sólo dice: hola, soy Paco. ¡Ya me conoceis!.
Desde luego seguro que no se les olvidó.



9
De: AMS Fecha: 2009-03-03 19:20

Veamos, evidentemente :)



10
De: RM Fecha: 2009-03-03 19:24

Paco Velasco, indudablemente.



11
De: AMS Fecha: 2009-03-03 22:47

Ecoli cuali. El mismo que viste y calza. Paco Velasco el hombre que nunca se rompía. Que habilidad, madre.



12
De: RM Fecha: 2009-03-03 23:41

Dímelo a mí, que me pasé dos o tres años peleándome con él todos los días. Mira que yo daba bien los puñetazos... pero entre que el joío es de goma y que tenía un abrigo de cuero plastificado de la época... joder, ni se coscaba.