Procedo a responderle, maese Haciendo. Comienza usted su oración con una doble condicional: "si..." y "si...". Respecto a la primera condicional, no sé cómo serán las clases de filosofía en el centro del señor Marín. Y sinceramente, tampoco sé cómo serán en el mío, porque yo doy matemáticas. La impresión que tengo es que no son como usted dice, pero imagino que lo de la filosofía lo ponía usted como ejemplo, y que se refiere a todas las materias en general.
Bien, tomemos entonces su afirmación en sentido amplio. Por mi parte, ya he comentado más arriba que en mi materia procuro huir de las recetas (alguna termino dando, es inevitable) e intento dar la materia como hay que darla: procurando que el alumnado asimile los conceptos y sepa resolver los problemas mediante aplicación de los mismos, y no mediante el uso de la memoria. Lo cual, por cierto, me ha costado más de una y más de diez discusiones acaloradas con más de un progenitor que no acudía a verme con su ánimo de hacer amigos, precisamente. La queja más frecuentemente oída en los cinco Centros que me han padecido como profesor de matemáticas es, "pregunta usted ejercicios que no ha hecho en clase". Mi respuesta es siempre la misma: "Por supuesto. Pero con los conocimientos adquiridos en clase se pueden hacer". Y no me tomen ustedes por un ogro de los de antes, que el cambio de ejercicios a veces consiste en coger un ejercicio del libro que no está corregido en clase, o simplemente cambiar los números y dejar el resto tal cual (que yo considero que eso no es cambiar realmente el ejercicio, pero bueno).
Sé que esta praxis mía la comparten varios compañeros más. ¿Que también hay gente que hace al revés? Sí, claro que los hay. ¿Qué quiere usted que yo le diga? Malos profesionales los hay en todos los oficios. Conozco ejemplos de malos banqueros, malos fontaneros, malos mecánicos, malos conductores de autobús y, asómbrese usted, hasta malos presidentes del Gobierno. ¿Que haya malos profesionales es como para tomarlo con la profesión entera? Yo diría que no, pero vamos, allá cada cual con su criterio.
Que ya sé que todo esto que digo responde a un condicional: "si una clase de filosofía..."; podría haber tomado la parte fácil y haber dicho, "en mi Centro las clases de filo no son así"; pero ya digo que me daba la impresión de que usted trataba de dar a entender que todas las clases de todos los Centros eran así, y a esa afirmación implícita he respondido.
La segunda condicional ya es más fácil de responder, porque empieza usted haciendo afirmaciones sobre esta mi profesión. Veamos. Define usted la de profe de Secundaria como una profesión .
Maese Haciendo, me da que usted ha tenido unos maestros un poco cenutrios. No tengo muchos argumentos que darle, salvo decirle que eso no es así. ¿Que todo está inventado? ¿En la enseñanza? La enseñanza, amigo mío, es uno de los pocos campos de la actividad humana donde lo que te ha funcionado d. p. m. (en román paladino, de puta madre, o sea, muy bien) con un grupo, puede resultarte un desastre completo con otro de las mismas características. Hay que estar inventando continuamente. A veces da uno con una tecla buena, otras no, pero esos tiempos carpetovetónicos del serio cátedro que dictaba apuntes amarillentos redactados el primer año en que trabajó le aseguro que han pasado a la historia. Aquí hay que inventar cada año, en cada grupo, y casi cada hora.
Eso en lo que se refiere a metodología. Si se refiere usted a currículo (conjunto de contenidos impartidos en una materia a lo largo de un curso), yo reconozco que ya soy menos flexible. Continuando con su filosófico ejemplo, no dudo que pueda haber personas que consideren muy adecuado enseñar a Nietzsche antes que a Platón y Aristótles (hay gente pa tó), pero particularmente yo soy muy partidario de seguir el esquema cronológico de las cosas. De la misma manera que defiendo que en matemáticas es muy conveniente aprender números enteros antes de resolver ecuaciones.
Por cierto, la frase esta: , sinceramente ignoro por completo qué demonios tiene que ver con la enseñanza. Yo desde luego no tengo nombre (vamos, sí que lo tengo, pero no lo conoce ni ROB!), y por tanto no me lee nadie, pero sospecho que esa es una aflicción que comparte conmigo la gran mayoría de mortales, no sólo los de la enseñanza. Si tiene usted a bien iluminarme...
Esta frase alude directamente al bitacorero mayor de la página, así que le reservaré a él el gusto de responder. Señalar únicamente que no estoy de acuerdo con ella, porque tras (varios) años leyendo esta página, le puedo asegurar que el señor Marín no es precisamente una persona que esté anclada en el pasado, sino más bien al revés (y así lo he manifestado cuando he tenido ocasión).
Otra frase que no acabo de entender. ¿Qué quince años de enseñanza son esos? ¿Tres de infantil, seis de primaria, cuatro de secundaria obligada y dos de bachillerato? ¿Esos? Si es así, no, no es casualidad que no vean el Código Civil. Como tampoco es casualidad que no manejen el Autocad ni aprendan a manejar un bisturí. Es que no aparece en la ley. Se supone que el que quiera conocer el Código Civil estudiará Derecho.
Creo que usted lo que propugna es que el Código Civil se debería enseñar en la escuela o el instituto. A mi particularmente no me parece mal, se enseñan cosas mucho menos útiles. Pero claro, el día tiene las horas que tiene... ¿qué quitaría usted, maese Haciendo, para meter esas enseñanzas? ¿Y qué enseñaría, concretamente?
¿Un Código de Normas? ¿Se refiere al Reglamento de Organización y Funcionamiento? Pues, sinceramente, no lo sabrán los universitarios de su pueblo de usted. En los Centros en los que yo he trabajado, los alumnos saben perfectamente de la existencia de ese documento. En mi Centro, concretamente, se le dan a cada alumno fragmentos seleccionados del citado Reglamento para que los tengan (con la opción de que se lo lleven entero, si alguno quiere).
Esta ha sido la que más me ha gustado, sinceramente. Conforme iba leyendo el post iba sacando una serie de conclusiones, y estas dos líneas me las han confirmado todas y cada una. Podría responder de muchas formas: decir que eso no es cierto, que sólo pasa a veces, reiterar el tema de los malos profesionales... Pero como es sábado y me falta rato para salir, voy a contestar lo que me pide el cuerpo: Maese Haciendo, en Andalucía NOS PAGAN PARA HACER ESO QUE USTED CRITICA. Coja usted las leyes de educación, estúdieselas y comprobará que nuestros dilectos políticos lo que quieren es, precisamente, un pueblo aborregado y no pensador. Y así se transmite en TODAS las leyes de educación que este desgraciado país nuestro viene sufriendo desde hace veinte años. Y cuando alguien, como yo (y no somos pocos) saca los pies del tiesto, no pocas veces viene la inspección al Centro a echarnos la bulla. Así que, caso de darse la afirmación que entrecomillo, le aseguro que estaríamos cumpliendo con nuestro deber, ni más ni menos. Es más, compañeros que yo he tenido que tienen esa actitud son los más queridos por padres, alumnos e inspectores. Los otros somos cabrones, amargados, malafollás... Sus protestas, amigo Haciendo, las tiene usted que dirigir más arriba.
Aún así, todavía quedamos irredentos de la tiza que creemos que enseñar es algo más que hacer que los críos se empapen de la lista de los Reyes Godos, sino que hay que tratar de formarlos como personas y como intelectuales (en ese orden). Le aseguro que somos más de los que piensa (pero menos de los que harían falta, ay), y le aseguro que cualquier día saldrá una ley que nos obligará a aprobar gente so pena de perder el sueldo.
En conclusión, que me estoy haciendo pesado: Saca usted unas conclusiones apresuradas, y me figuro que basadas en su experiencia propia, sobre mi profesión. Se las rebato alegremente, como habrá podido comprobar arriba. En otro momento particulariza usted sobre el señor Marín, y ahí no puedo entrar, porque no tengo el placer de conocerlo personalmente (más quisiera), aunque la impresión que los posts de esta bitácora me dan es que usted se equivoca también en ese aspecto.
Sin más que decir (sí habría más que decir, pero bastante tocho llevaré ya), se despide aquí un amigo. Le invito, maese Haciendo, a que ejerza su derecho de contrarréplica, que es para lo que aquí estamos.
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