Eran aquellas mañanas de sábado en busca de cuevas del tesoro, kioscos recónditos, librerías atendidas por viejos que no eran librerías de viejo. Mañanas en la plaza, vendiendo tebeos, y mediodías en calles que no conocíamos en busca de más tebeos.
Entonces buscábamos Flash Gordon, el de Buru Lan, o el de Dólar. Nos valían ambos. Miguel Martínez y yo, y a veces su primo Scuzu, que huyó de nosotros en cuanto pudo.
--Oiga, ¿tienen Flash Gordon?
Y en casi todas aquellas cuevas del tesoro vacías, en aquellos kioscos recónditos, en aquellas librerías de viejo la respuesta era la misma. Un no rotundo.
Hasta un día, creo que en la Cuesta de Jabonería, un kiosquillo de revistas de la semana que habían perdido ya el color, y pipas, y caramelos y esas cosas que tanto nos habrían interesado un par de años antes.
--Oiga, ¿tienen Flash Gordon?
Y la respuesta del viejo, esta vez afirmativa.
--¡Claro que sí! ¡María, abre la nevera y saca un "Flag" de los gordos!
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Categorías: Las aventuras del joven RM