El destino manifiesto de la historieta es ser leída (y producida) como si fuera una novela: de la tira diaria o la plancha dominical, desde hace muchas décadas, se han hecho recopilatorios de más o menos páginas, bien sea en cuadernos, fascículos, álbumes y en aquellas ediciones de ensueño que lanzara Buru Lan en los años setenta, los fascículos semanales que luego eran encuadernados de doce en doce.
Cada vez los comic-books se nos hacen más suspiro y también el tradicional álbum franco-belga se nos queda corto las más de las veces, sobre todo cuando las historias fuerzan un continuará del que los lectores no vamos a saber nada hasta transcurridos muchos meses, e incluso muchos años.
Aunando la nostalgia con las ganas de seguir explotando el mercado surgieron las ediciones integrales, los recopilatorios de cinco o seis de aquellos álbumes,a precios francamente interesantes, con artículos, colores mejorados, material de promoción, portadas de revista, etc. La BD tiene ahí un filón que explotar, y basta darse un paseíto por www.bdnet.com para ver cuánto se ha recuperado ya en ese formato que aquí nos llega sólo con cuentagotas.
El comic europeo, tan mal editado en España desde casi siempre (recordemos: Blueberry con la numeración desordenada, Astérix con la rotulación mecánica y los colores cada vez más emborronados, algunas ediciones en formato chiquitín donde no se ve un pijo, gran parte del material Pilote todavía inédito) tendría que recuperar ya mismo lo que un dia fue: la seña de identidad de la gente que leía cómics y no se arrepentía de ello.
Nos llega ahora, en una edición de venta exclusiva en FNAC (donde, dicen, se vende el 75 % de la edición de los cómics en España), El Gavilán, en formato integral y precio comprensible aunque nos parezca caro: cincuenta euros por seis álbumes que forman el primer ciclo de las aventuras del personaje dibujado y escrito por Pellerin, que por cierto no tiene nada que ver con su homónimo de las siete vidas.
Es una historia de piratas de sabor clásico, donde el protagonista debe luchar contra viento y marea por recuperar su libertad, su nombre, su barco, y el inevitable tesoro. Con mucha inteligencia, Pellerin huye del modelo de El Conde de Montecristo y su Gavilán es ya, desde el principio, un joven con un pasado a las espaldas del que poco conocemos, noble pero corsario, marcado con la flor de lis en el hombro tras su paso por galeras, medio indio. Uno de esos cócteles explosivos que en otras manos menos hábiles habría dado una situación inverosímil.
Hay resabios de las aventuras de Barba Roja en esta serie, y el propio Yann podría funcionar como trasunto de Eric, mientras que su amigo indio sería una versión de Babá y hasta Tres Patas se vería reencarnado (con parte del físico pelirrojo y tuerto del propio Demonio del Caribe) en el otro compañero, Mano de Hierro. Pero la historieta ha cambiado y evolucionado (en ocasiones para bien) desde los tiempos en que Jean-Michel Charlier y Victor Hubinon y Jijé crearan su maravillosa serie, y en este Gavilán nos encontramos con la presencia de dos bellas mujeres, la noble rubia y la morena prostituta, con lo que la sombra de Los pasajeros del viento se hace también acusada.
Son muchas páginas de lectura entretenida, exquisitamente dibujadas, quizá con una pizquita de esa frialdad que los franceses han acabado por asimilar a tebeo histórico. Un acierto la edición en integral, pues haberlo hecho álbum a álbum habría hecho perder, posiblemente, el sentido de ciclo que se abre y se cierra en estas páginas.
Un bonito auto-regalo navideño, imprescindible para los amantes del mar, los barcos, las traiciones y evasiones, los duelos y los romances de capa y espada.
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