Pese a que lleva no sé cuántas vidas muriéndose, el teatro sigue gozando de buena salud. Lo que al principio pareció competencia desleal, la llegada de las nuevas tecnologías y nuevos ocios del siglo veinte (o sea, el cine, la tele, la radio y todo lo demás) ha acabado por convertirse en aliado escénico. Para hacer teatro sólo hace falta un actor y un espectador, y es entonces cuando se produce la magia del encuentro. En ocasiones, los montajes son espectaculares y extravagantes; en otras, son sencillos. A veces se recurre a luces y a veces se recurre a gestos.
A veces, como en este caso, se vuelve a lo que el teatro ha sido siempre, un juego. Aunque se haga acercándose a un material cinematográfico: la película de Alfred Hitchcock sobre la novela de John Buchan, adaptada al medio por Patrick Barlow y dirigida aquí, tras su éxito en Londres y Broadway, por Eduardo Bazo.
Cuatro actores (Jorge de Juan, Gabino Diego, Patricia Conde y Diego Molero) se las arreglan para desbaratar en hora y media una de las obras cumbre del thriller cinematográfico y hacer una divertida parodia donde tres de ellos son capaces de interpretar ciento y pico de personajes. Un par de sillas, el marco de un cuadro, dos cajas y una cama plegable de quita y pon sirven para contar, y contar de manera espectacular, la misma historia de la película, subvertiéndola a tope y, al mismo tiempo, respetándola al cien por cien, demostrando que no sólo la adulación es uno de los síntomas de la admiración, sino que también la parodia puede serlo.
Basta comprobar los diálogos, calcados de los de la película, o ver después la película, para comprender hasta qué punto se han estudiado los planos, los gestos, las situaciones, los acentos, y a partir de todo ello se ha buscado el chiste: la parodia de los gestos de Mister Memory, la elegancia brit de Richard Hannay y el chiste "O... Hammond", la modorra del viejo carcamal político, la cojera del campesino, las trenzas de su esposa, los arenques, el intraducible acento escocés y, sobre todo, el juego de sombras chinescas que calca la escena a contraluz de la película.
Un divertimento donde destacan Gabino Diego y, sobre todo, Diego Molero, interpretando la mayor parte de los personajes secundarios y llegando al tour de force de ir alternándolos en meros segundos de componer y descomponer el vestuario. Jorge de Juan da una prestancia a su protagonista que no tiene nada que envidiar a la de Robert Donat en la película original, y Patricia Conde sale airosa de sus cuatro personajes femeninos, arrancando además algún que otro suspiro desde las butacas.
Yo de ustedes no me la perdía.
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