Fue más, mucho más, que el autor de Parque jurásico. Mucho más que el creador de Urgencias. Mucho más que un autor de películas y best-sellers.
El número uno de la clase, alto, educado, guapo y elegante, se ganó la vida y se la ganó bien escribiendo bajo seudónimo novelas de intriga ("Cualquier idiota puede escribir una novela enigma"), hasta que acabó desarrollando, ya con su nombre, ese género a caballo entre la divulgación científica, el thriller y la denuncia del que fue un maestro.
Cierto que sus últimos trabajos, simplificado en exceso su estilo y con una mirada puesta en Hollywood, no están a la altura de otras obras, pero recordemos que a él se debe uno de los mejores dramas médicos jamás escritos, posiblemente con algún tinte autobiográfico, Una cuestión de urgencia, y sobre todo dos de las novelas favoritas de muchos de nosotros: Devoradores de cadáveres (la puesta al día de Beowulf que se ha publicado bajo tantos títulos distintos), y El gran robo del tren.
He'll be sorely missed.
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Categorías: Literatura