Acabo de terminar la traducción del que será el número 6 de la edición de Manuel Caldas de Príncipe Valiente, y he dejado a nuestros amigos a punto para el doble bautizo de los príncipes Arn y Valiente (o sea, del hijo del mismo nombre del príncipe Arn), tras la hermosa aventura en América.
Y he recibido, ayer mismo, el tomo que recopila el trabajo de Mark Schultz y Gari Gianni del personaje tal como se publica hoy en los periódicos norteamericanos.
Reconozco que hace mucho tiempo que no sigo la saga. Ni siquiera he leído gran parte de la producción de John Cullen Murphy, un artista que me encanta en Big Ben Bolt pero que en este título me parece absolutamente insuficiente: no llegué a leer todos los tebeos que sacó Ediciones B con su trabajo, que me parecía descuidado, tosco, con unas viñetas grandes que daban algo de rubor por su insignificancia y unos guiones... pues eso, unos guiones que eran malos de solemnidad y donde todo el trabajo de minuciosa artesía de Foster se había ido a hacer puñetas. Creo haber visto en esos tebeos a Tristán, que murió en los años cuarenta, y también que Valiente y sus amigos llegaban a China. A caballo, no en globo como el Capitán Trueno. Y regresaban sin que todos se hubieran vuelto viejos de barba blanca. Les confieso que me gusta más aquella especie de final de la saga que hicieron para Marvel en cuatro números, aunque el dibujante tampoco estaba a la altura. Pero claro, nadie está a la altura de Foster, sobre todo si hay que jugar en casa y seguir con sus personajes.
Compruebo que el título ya no tiene en los periódicos norteamericanos la exclusiva de la página entera. Donde antes Foster había desarrollado una retícula de nueve viñetas (sí, las mismas que Watchmen), y luego ocho, con variaciones ocasionales y espectaculares viñetas grandes que quitaban el hipo, ahora sólo hay cinco viñetas, en ocasiones seis, en ocasiones tres. Es decir, ahora se cuenta en una página semanal poco más que lo que otros artistas contaban en tiempos en una tira diaria.
Para mi sorpresa, ahora Val y Aleta son regentes de Camelot. No sé qué ha sido de Arn, ni de las gemelas (hay una alusión al final de una aventura previa de Galen), pero ahora el protagonismo lo comparte Nathan, el novísimo hijo de la era Cullen Murphy... que, sí, tiene un físico clavadito al de Arn niño.
¿Y? Pues que los seguidores acérrimos del Príncipe Valiente clásico se quedarán a cuadritos cuando vean que ahora hay dinosaurios, y dragones, y brujas, y hombres alados de civilizaciones perdidas. O sea, han convertido a Val en un tebeo de fantasía heroica. Descafeinada, eso sí. El guionista sale por peteneras (ya en el prólogo dice que la historia se desarrolla en el siglo octavo, en vez de en el quinto) y da rienda suelta a sus gustos, sabiendo quizás, ay, que el título no le importa ya a nadie y que nadie recuerda de qué iba la serie cuando la serie era la mejor serie de la historia.
Gianni es un buen dibujante que aquí se limita a hacer cuatro rayas, a caballo entre sus ilustraciones para Conan (naturalmente) y el dibujo rápido para salir del paso. Es un buen artista, y sus dibujos tienen mucha más fuerza de lo que jamás tuvieron los de Cullen Murphy. Se nota que, al contrario que el guionista, él sí que ha hecho los deberes, y que tenía delante el trabajo de Foster (el temible, inalcanzable Dios Foster) a la hora de hacer sus dibujos. Demasiado bien ha hecho los deberes, porque un montón de viñetas están fusiladas de viñetas fosterianas, sin que ni siquiera se haya tomado la molestia el dibujante de alterar el ángulo o invertir el plano.
En estas simas quedan las cimas del cómic clásico. Lo más triste es que se nota que en la King Features Syndicate, el destino futuro de su personaje, como su material histórico, su reproducción, su conservación, su difusión, les trae al pairo.
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