Yo de jovencito era casi tan pedante como lo soy ahora. Quizá más, porque era delgado y guapo. Y muy leído. Y muy limpio. Y todavía tenía abuela.
En aquella época, la sempiterna guerra de los refrescos, esa que en los EE. UU. de A. lleva a hacer propaganda de unas marcas contra otras diciendo nombres y mentándose a la madre mutuamente, pero con buen humor, se redujo a un "reto del sabor", donde hacían una cata a ciegas que se anunciaba mucho por la tele. O sea, te ponían dos vasos de bebida de cola, y te preguntaban cuál te gustaba más. Será que la gente no tenía ni tiene ni idea de estadística, pero uno sigue sin comprender cómo colaba la publicidad de la cosa: "El 51 por ciento de los encuestados prefirió Pepsi". O sea, por los pelos.
Total, que como yo de jovencito era casi tan pedante como lo soy ahora (y más delgado e igual de guapo y muy leído y muy limpio y esas cosas), salíamos un mediodía de la Facultad, donde yo había terminado un examen o algo así, y hete aquí que nos encontramos plantado allí, junto al ficus del Mora, un tenderete con una chica morena la mar de mona que estaba haciendo, en Cádiz nada menos, la prueba del sabor.
No había teles a la vista. Nos acercamos por la novedad, porque la chica era muy mona, porque hacía calor, y porque nos iban a dar de beber gratis. La chica era de Sevilla, muy simpática, y con mucho aspaviento, bajo la mesa, sin que la viéramos, sirvió los dos primeros refrescos.
--Un momento, un momento --dije yo--. La decisión será entre Pepsi Cola y Coca Cola, ¿no? A ver si nos vas a poner Casera Cola, o marca Acme, y entonces está claro que nos gustará más la Pepsi.
Muy seria, la sevillana simpática nos enseñó el botellín de Coca-Cola que había abierto para nosotros.
Y entonces a mí me salió la vena pedante y le dije, así como quien juega a las cartas, con ese tono con que hoy uno pide el móvil:
--Sin probarla siquiera: la primera es Coca Cola y la segunda es Pepsi.
La sevillana simpática se quedó blanca.
--¿Cómo lo sabes?
Y en modo pedante despendolado y on, le aseguré, muy serio:
--Porque al decidir sobre la marcha prima el efecto retención sobre el de primacía. Ergo me das primero la Coca Cola y luego la Pepsi, para que me impresione más la Pepsi.
Entonces probamos los dos vasos y, en efecto, la primera era la Coca Cola y la segunda la Pepsi. Todos estuvimos de acuerdo. Además, mi amigo Vicente sólo bebía Coca Cola y podría haberle dicho hasta la fórmula, y eso que es secreta.
--Has acertado.
--Y me gusta más la Coca Cola.
--¿Alguien más quiere hacer la prueba?
--Venga, yo mismo.
Era Juanito Mateos. Y yo, en modo pedante imparable ya, le dije:
--Ahora, naturalmente, vas a darle primero la Pepsi y luego la Coca Cola, para que no se sepa cuál es el truco.
La sevillanita mona parpadeó. Juanito se bebió los dos vasos y, en efecto, la primera era la Pepsi y la segunda la Coca Cola. Y votó por la Coca Cola, como yo había hecho.
Al final, Vicente probó también.
--Ya no importa el orden --dije yo, sabiendo que Vicente era un experto. Y en experto Vicente acertó cuál era cuál, y también prefirió la Coca Cola.
La sevillanita mona, hay que reconocerlo, no perdió ni el atractivo ni la sonrisa.
--Pues lo lleva claro la Pepsi con vosotros tres.
--¿Pero a ti, así en secreto, cuál te gusta más? --le pregunté yo, pasando del modo pedante al modo tenorio.
Ella me miró un momento antes de reconocer que también le gustaba más la Coca Cola.
--Es más, toda mi familia trabaja en la Coca Cola --me confesó a media voz.
Yo no me atreví a decirle que a mí de verdad lo que me gustaban eran sus ojos. Y la cerveza.
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Categorías: Las aventuras del joven RM