Esto de dedicarse a lo que uno se dedica es como las tardes de toros o las noches de amor: hay veces que uno sale por la puerta grande con las dos orejas y el rabo y otras que no para de mirar la hora a ver si pasa pronto el mal trago.
De la rutina diaria de la profesión, claro, tiene uno un saco lleno de momentos de penuria y otros momentos, no tantos como quisiera, de satisfacción. De todos ellos, permítanme que les cuente cuál ha sido el mejor.
Una mañana de excursión o de ejercicios espirituales o de huelga general de alumnos, ya no lo recuerdo. En la clase que me tocaba, mi tutoría por más señas, sólo había cinco o seis chavales que no habían ido de excursión, hacían pinitos de agnostismo diverso o tenían padres que los habían obligado a ser esquiroles de sí mismos. O sea, la típica mañana en que el profe está allí haciendo el pasmarote y no puede avanzar el temario, ni ellos están dispuestos a que les pongas un trabajito aparte.
Acababa de salir el video (sí, el video) del Episodio I de las narices, el infumable, el que me dejó con un canto en los dientes y la sonrisa de hielo. Casualmente, uno de los chavales lo había comprado unos minutos antes que yo, pero su versión era en formato televisivo mientras que la mía era widescreen.
Y a eso dediqué la clase. Como eran del sector padawaan, me los llevé a la sala de video, que entonces estaban desmantelando, y eso que costó un riñón y funcionaba de putísima madre, y en un video y un televisor puse la versión panorámica y en el otro, sincronizada la imagen, la versión adaptada a la pequeña pantalla.
Fue así cómo pude demostrar, por si no me creían, la cantidad de información y de imagen que se pierde al recortar el fotograma para que quepa en el cuadradito de la tele, hasta el punto de que la película era otra distinta que perdía en espectacularidad e incluso llegaba a descoordinarse con el ritmo de la otra.
Los chavales, padawanes ellos, ya digo, gozaron como yo estaba gozando viendo no ya la película, sino cinematografía comparada allí in situ.
La gran ironía, lo que yo les diga: la película que menos me gusta de Star Wars fue capaz de ofrecerme la mejor clase de mi vida.
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