2008-08-24

1671. RECIPROCIDAD

La Playa de Poniente está abarrotada de gente que pasa y se asoma y hace ruido. A pocos metros de la Carpa del Encuentro, delante de los servicios públicos donde siempre hay cola para entrar, una boliviana bajita y de edad incalculable, aunque sin duda es joven, atiende un puesto de abalorios.

Le compro dos collares, creyendo que son, lo descubro a la llegada a casa, un collar y una pulsera. Regalos baratos que entusiasman a mi mujer y a mi hija, que tienen la casa llena de collares, pulseras, pendientes baratos que ellas mismas han aprendido a hacer con cuentas de vidrio e hilo.

Mientras pago los pocos euros que los collares me cuestan, la boliviana bajita, imagino que en quechí o alguna lengua que no entiendo, llama la atención a un niñito pequeño, de unos tres años. Moreno, sucio, inquieto y zarapico, el crío se mueve entre la marea de gente y se nota que, porque es libre, es feliz.

La madre, cuando el niño llega a donde estamos, le reprende y le dice, en español, y esto sí lo entiendo: "No te quedes solo. No vaya a ser que te pase algo". No son las palabras exactas (hace más de un mes del hecho), pero comprendí entonces, como comprendo ahora, el miedo de la madre por su hijo. Miedo que le causamos nosotros, la marea anónima que entra en tromba en su vida y lo arrolla todo a su paso. El miedo que nosotros sentimos por nuestros hijos, ese miedo que parte de la blanca sociedad bien pensante atribuye a la inmigración, lo siente también esta madre. Miedo de que se lo lleve alguien. Miedo hacia nosotros. Miedo recíproco.

Sólo atino a decirle a la mujer que con el euro del cambio que no encuentra le compre una piruleta al niño.

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Comentarios

1
De: Jesús Cuadrado Fecha: 2008-08-24 13:32

Brillante.

JC

(Aclare lo de zarapico... aplicado a un niñito, porfa).



2
De: RM Fecha: 2008-08-24 14:49

En habla de Cádiz, al menos: picaruelo, de sonrisa y ojos vivarachos que desarman con su candor, pillín.