Al filo de la medianoche en una plaza de Cadi-Cadi; o sea, del Cádiz antiguo, para entendernos. Un remanso de tranquilidad y gente que charla y se anima en medio del silencio sepulcral de ese toque de queda que convierte desde demasiado temprano el resto de las calles, y no sólo del centro, en una ciudad absurdamente muerta donde no quedan ni zombis. La temperatura (es jueves) por fin acompaña. Los niños no gritan ni molestan. Las parejas se besan y la gente conversa disfrutando del momento, como si no existiera el tiempo. Sólo se respira paz. La única pega, para mí, son las grandes sombrillas blancas que florecen entre las mesas y que, a deshora, impiden ver las estrellas de agosto.
Encuentros y reencuentros, anécdotas, chistes, reflexiones, vivencias. Historias de amigos que intentan revivir la adolescencia, el reflejo de una infancia que se aleja en la participación adulta en la charla de mis hijos. Un helado de sabor impensable. Recomendaciones de cine y de libros.
Y entonces me cuentan la historia de Brian (vamos a llamarlo Brian): gaditano de donde le da gana. En este caso, de Inglaterra, ese país que mantiene una historia de amor no reconocida con España y con el sol de España, con las playas y las comidas y la filosofía de la vida de España, hasta el punto de que nos hemos convertido (aunque no lo reconocerán nunca) en su Florida particular, el lugar donde muchos sueñan venir a calentar sus huesos cuando pasen a engrosar las filas de los jubiletas. Me lo cuentan entre risas, engrandeciendo quizá la anécdota, pero aquí la incluyo, para que hagan ustedes la reflexión conmigo, si gustan: Brian está casado con una gaditana y vive, como todo el mundo casado entre dos mundos, aquí y allá a la vez, repartiendo como puede los trabajos, los ocios, las familias.
Enamorado, claro, de lo nuestro porque es de nosotros, la gracia de Brian (y lo imagino con ese acento cantarín que tienen los ingleses que en seguida aprenden a hablar no en español, sino en gaditano viñero, sin equivocarse nunca cuando tienen que decir la expresión justa) es que llena de estupor a sus compañeros de trabajo, los que en el banco (porque Brian trabaja en un banco inglés, imagínense ustedes las corbatas y las camisas lisas, los trajes de chaqueta oscuros, los horarios estrictos y los sándwiches de pepinillo con salsa de menta) le preguntan qué tal es la ciudad donde vive la mitad de las horas de su tiempo.
Y Brian no se corta y les cuenta que na de na, oigan. Que la comida, cachis, no es muy buena. Que por aquí está todo masificado, que te atienden fatal en todas partes, que hace un calor horrible y asfixiante y las playas no merecen la pena y hay hasta barracudas. Que está todo lleno de ruidosos turistas alemanes, que el pescado es congelado y la cerveza y el vino y el jamón no merecen la pena. Que si quieren, de verdad, diversión en España, sin masificaciones, con playas limpias, con todo un universo salvaje para ellos solos, sin alemanes ni japoneses, que no lo duden y ni pisen este sitio cuyo nombre ni siquiera nombra, que se vayan corriendo a Málaga. O mejor, a Marbella.
Y entonces Brian añade, en petit comité y haciendo un guiño a quienes saben cómo es de verdad Cádiz y entienden de qué va la cosa: “En seguía voy a dejar yo que esto se llene de guiris que nos hagan la vida imposible, anda ya. Lo que nos faltaba”.
Y mientras nos despedimos y recorremos una calle San Francisco vacía como San Francisco en una película de catástrofes atómicas, pienso en quién tiene razón: si la gente que pretende que seamos ciudad turística sin que seamos capaces de ofrecer una oferta turística interesante que no cierre los establecimientos a las once de la noche ni los abra a las once de la mañana y que al final, en cualquier caso, sólo llenará los bolsillos de unos cuantos, o esa otra gente como Brian, el gadita inglés, que sabe reconocer qué es un paraíso en familia donde tiene cabida todo el que venga, pero poquito a poco, sin alterar la cadencia del disfrute de las noches de agosto en cualquier plaza que no esté vedada.
Publicado en La Voz de Cádiz el 18-08-2008
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