Lo mejor de la película no es Heath Ledger. No es Christian Bale. No es la dirección de Christopher Nolan. No son los otros secundarios de muchos kilates como Gary Oldman, Michael Caine o Morgan Freeman. Lo mejor de la película es que se toma a sí misma en serio sin ser solemne, apechugando ella misma, como los personajes de la historia, con eso tan adulto (y tan doloroso) como es tomar decisiones y ser luego responsable de ellas.
No en vano, contra la anarquía absoluta del Joker la película se desvía en su último tercio hacia Dos Caras y su intento de poner orden en un mundo que, como reza el cartel, no tiene reglas. Mucho más inteligente que su predecesora, y sobre todo mucho más inteligente en su visión del superhéroe, del supervillano, de la policía y la mafia y la política que la casi olvidada ya primera versión moderna de Tim Burton, es destacable que el Joker cuente un origen propio distinto según se le antoje en cada momento, y sobre todo que, aquí, sea responsable del origen no de Batman (con aquel horrible principio de la película de Burton), sino de Dos Caras, porque el Joker es la entropía y el caos debe propagarse.
La película es, quizás, demasiado larga, pero al menos tiene un argumento que no sonroja. Quitando el viaje a Hong Kong y la parte donde Bruce Wayne parece James Bond y Lucius Fox hace de Q, tanto la fotografía como los personajes hacen que más que una película de Batman nos encontremos casi con una adaptación por libre de Gotham Central, y hasta una de las policías, la detective Ramírez, parece un trasunto de Montoya. Es lógico, tal vez, porque aparte de alguna concesión inevitable al futuro videojuego y la espectacularidad de las persecuciones, se pretende jugar a la baza realista: aquí el Joker remite claramente a su modelo El Hombre que ríe, y todo el peso policial de la historia recuerda inevitablemente a Canción Triste de Hill Street. Un inciso para advertir lo que quizá sea un fallo inadvertido: los vehículos tienen escrito GPD, mientras que en los chalecos de los agentes se ve el más lógico logotipo GCPD.
Les decía que la película trata de opciones. Batman ya hizo la suya y ahora, en los primeros minutos, ve el horror de los jóvenes frikis que le imitan, casi una premonición contraria a lo que sería el cómic de The Dark Knight Returns. En su lucha contra el crimen, Gordon debe elegir engañar a sus seres queridos. Rachel Dawes tiene que elegir entre Bruce Wayne y Harvey Dent, y éste ya antes de su transformación juega a labrarse su propio destino con su moneda de dos caras. En la elección entre la ciudad y el amor, Batman decide sorprendentemente. Y, en la escena del barco, la doble elección sin salida consigue que el gigantesco recluso tenga la mejor escena de la película.
¿Es el Joker de Heath Ledger mejor que el Joker de Jack Nicholson? Indudablemente, aunque Ledger no sea ni la mitad de buen actor que Nicholson es ni, por desgracia, tenga ya posibilidad de demostrarlo nunca. Su personaje da miedo, provoca ese rechazo instintivo hacia el mal en estado puro, un salvaje que quizá tenga mucho que ver con el nuevo psicópata que ya explorara Javier Bardem con su Anton Chigurh: amoral y despiadado, capaz de matar sin remordimiento y sin sentido. No es que Ledger recree el papel de manera maravillosa (habría que escucharlo en versión original), pero el personaje es, en cualquier caso, un caramelo. Lástima que, por compartir protagonismo final con Dos Caras, no tenga más tiempo en escena. Tanto un villano como otro merecían, tal vez, una película propia.
De todos, Gary Oldman sigue siendo mi favorito: parece nacido para interpretar a Jim Gordon. Me sigue sobrando Morgan Freeman como maestro armero, la personalidad impuesta de ex-agente secreto o lo que sea de Alfred me sigue chirriando un poco, y diría que el casting de Maggie Gyllenhaall (sustituyendo nada menos que a Katie Holmes, que tampoco es miss simpatía, precisamente) es un fallo monumental si no fuera porque, en el fondo, uno acaba congraciado con la utilidad del personaje; en cuestiones de amoríos, sigo sin creerme que Bruce Wayne haya sido alguna vez Tony Stark.
¿Es para tanto el éxito desorbitado que está teniendo esta película? Yo diría que no, pero quizá la gracia de las películas de gran éxito es que están hechas para satisfacer al gran público que no participa especialmente de los detalles de objetivo específico de las compañías. No es, en cualquier caso, una película donde el espectador pueda sentir una especial empatía por el personaje protagonista (Batman no es Superman, y Bale no transmite calor ninguno ni como cruzado enmascarado ni como millonario con problemas de sueño). Quisiera no creer que el taquillazo se debe al morbo de ver a Heath Ledger en su último papel para la historia. A menos que, en una película donde los actos terroristas y las muertes indiscriminadas abundan y no se condenan del todo, la película funcione como la primera catarsis auténtica tras el 11-S.
Es posible, sí, que por fin esta sea la mejor película de superhéroes rodada. Precisamente porque hace una reflexión sobre el vigilantismo y sus responsabilidades. Yo diría que la escena de Fox ante todas aquellas pantallas que controlan Gotham City es un guiño hacia el futuro. Y el futuro, antes de que las productoras se den cuenta de que los universos superheroicos se explicarán mejor en la tele, pasa por ese otro mundo desquiciado y sin opciones que es Watchmen.
Comentarios (136)
Categorías: Cine