Lo que son las cosas: ayer vi dos episodios pilotos de dos series y los dos, sospechosamente, tenían las mismas deudas y posiblemente los mismos defectos. Los dos van de lo sobrenatural, más o menos, y los dos intentan funcionar como visión adulta de lo sobrenatural. Una de las series no se ha emitido todavía, pero, hipocresía del sector, está en la mula para que todos podamos ponerla a caldo o dejar que nos ponga los dientes largos. La otra, que empezó anoche su emisión en Fox, fue clausurada al octavo episodio.
Las dos series, claro, son True Blood y New Amsterdam. Y las dos series, lo quieran o no, lo disimulen o no, intentan abrir caminos que ya habían sido abiertos y explotados por Joss Whedon.
Vamos con True Blood. Los vampiros salen a la luz (más o menos) porque, como si nadie hubiera leído a Vampirella, un científico japonés ha inventado un suero que les facilita no tener que beber sangre humana. Y piden sus derechos como minoría y patatín patatán. Los vampiros llegan a los bares, piden su cervecita de sangre, y todos tan contentos. O eso parece. Luego nos enteraremos que hay un mercado negro de sangre de vampiro (que es afrodisíaca, según parece), y que si eres humano y le pegas un chute a la cervecita en cuestión te quedas colgado. Y que los vampiros follan y son algo burros. Vale.
La protagonista en cuestión es rubia, pequeña y está para parar un tren. Es Anna Paquin, y verla aquí hace que a uno le den ganas de pedir que devuelvan el dinero de las tres películas de los X-Men, porque la señorita es un bombón y haciendo de Pícara estaba horrorosa. Sookie Stackhouse, se llama el personaje, y además de ser camarera en un bar de mala muerte en el profundo sur, es telépata.
El episodio es largo, cansino, con una presentación de personajes penosa (hasta más allá de la mitad no nos enteramos que el chico guapo que se parece a todos los demás chicos guapos y es sospechoso de asesinato post-orgasmem es el hermano de Sookie), y un ritmo muy lento, con escenas donde no sólo no pasa nada, sino que no añaden nada a la estructura del capítulo como tal. Termina de cualquier manera, y uno comprende que esté colgado en la red para ver qué reacción tienen los futuros televidentes: ésta es la mía.
Entra en escena un vampiro moreno, macizo, melancólico y desvalido. Y Sookie se siente irresitiblemente atraida por él, hasta el punto de salvarlo de dos cazadores-de-sangre de vampiros que lo sujetan al suelo mientras le hacen fechorías... ¡con una simple cadenita de plata!
Poco más tiene el episodio. Bueno, sí. Salen tetas. Muy buenas tetas. Y hay un amago de cunnilingus y hablan diciendo tacos y haciendo alusiones sexuales. ¡Es una serie HBO y HBO ha descubierto que ser adulto es poder enseñar tetas y decir culo, caca, coño y carajo!
Vamos bien. Todo esto, naturalmente, está más que visto y más que explorado en la tele. O sea, HBO ignora o hace como que ignora el trabajo de Joss Whedon. Lo malo es lo que viene ahora: la serie está basada en una serie de libros de Charlane Harris (los tres primeros publicados en España por La Factoría). Y leyendo argumentos e información sobre el futuro, suponiendo que la serie vaya a seguir fielmente los libros... pues vamos a tener hombres-lobo, hombres-puma, reyes vampiros, un amor de Sookie en cada puerto (y apuesto a que siempre será moreno, macizo, melancólico y desvalido), y me tiene en ascuas cómo se va a encajar en el supuesto realismo sureño de la serie el hecho de que, spoiler al canto, se descubra que los poderes telepáticos de Sookie se deben a que es, ejem, descendiente de las hadas. Ahí lo dejo. A ver cómo lo arreglan.
O sea, más de lo mismo, el equivalente a los elfos mariquitas. Y en HBO y por el tipo que hizo A dos metros bajo tierra. Empezará a emitirse en septiembre y dicen que ya está rodada la temporada entera: mejor, así se ahorran tener que suspenderla. Porque el primer episodio, ya les digo, es tibio-tibio. Me callaría la boca y diría que toda la primera temporada de Buffy es tibia-tibia si no fuera porque no es verdad (hay al menos un par de episodios excelentes)... y si no hubiera visto lo de las hadas y el amor moreno, macizo, melancólico y desvalido en cada puerto.
La otra serie, New Amsterdam, supone enfrentarse a un escenario que ya hemos visto también, en muchas series de vampiros, aunque el protagonista no sea vampiro, sino inmortal. Un inmortal que, no se sabe muy bien por qué está condenado a serlo porque salvó a una Pocahontas en Nueva Amsterdam en la época de los indios, y que hasta que no conozca a su alma gemela no envejecerá y morirá con ella. O sea, un poco contradecible lo del favor y la devolución del favor.
No, no se equivocan ustedes. El prota es moreno, macizo, melancólico y desvalido. Ex-alcohólico (si fuera vampiro, no bebería sangre, claro). Viste un gabán oscuro y es, ahora, policía. Hace comentarios graciosillos sobre cosas del pasado que los demás no se creen, porque le hacen parecer algo pedante. Tiene un perro numerado. Y creo que David Boreanaz le partiría la cara si se lo cruzase en la calle.
Lo dicho: dos intentos de hacer televisión fantástica "para adultos" que remiten a su pesar a otra televisión que los listos calificaron "para jóvenes". Una, ya les digo, no ha sobrevivido. A la otra no le veo buen futuro: ¡Mira que cerrar Deadwood para hacer esto!
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