Terminé anoche de ver la cuarta temporada (o la trigésima, como ustedes prefieran) de Doctor Who, la serie que el enfant terrible de Harlan Ellison (cuando era un enfant terrible) calificó ya en los años setenta como la mejor serie de ciencia ficción de todos los tiempos.
La cuarta temporada (para entendernos) gira como las anteriores alrededor de la actuación del grandísimo David Tennant como la décima encarnación del Doctor, ayudado ahora, tras un breve interludio con Kylie Minogue, por una cómica de altura, Catherine Tate, que recupera a su personaje de Donna Noble ya introducido en el especial navideño del año pasado, The Runaway Bride. La Tate, una mujer madura que no es precisamente una belleza, es una de esas actrices capaz de cambiar de registro en un parpadeo, siendo por momentos chabacana y exagerada, histriónica y humorística, y al instante volverse romántica, compasiva, dolorida y tenaz.
En el fondo, si las otras temporadas anteriores jugaban a presentar el hilo del Lobo Malo o la presentación de Torchwood, ésta tiene como centro a Donna, y aunque no parece existir un arco determinado, los comentarios sueltos de los personajes a lo largo de los siempre demasiado breves trece episodios van acumulándose hasta la traca final, donde se decidirá el destino del universo a partir del suyo propio.
Quizá esta temporada no ha tenido la brillantez global de las anteriores, pero vista en retrospectiva, desde los balbuceos iniciales por el pasado de la Tierra (en Pompeya o los años veinte) al climax de su resolución, bien podemos reconocer que hay al menos seis episodios (o sea la mitad), que bordean lo sobresaliente: The Doctor´s Daughter, más que nada por las posibilidades que amplía al hacer que el Doctor tenga una "hija" (hija que es, lo saben ustedes, Jenny Moffat, la hija del Doctor número cinco); y sobre todo con los dos episodios de Steven Moffat: Silence in the Library y Forest of the Dead. En esos dos episodios, que componen un arco en sí mismo, Moffat demuestra que es quien mejor entiende al Doctor, o al menos quien sabe que el Doctor no sólo es imprevisible, audaz, estrambótico, payaso, moralista y pagado de sí mismo: también sabe ser romántico, y el amago de relación que ha tenido en las temporadas anteriores tanto con Rose Tyler como con Martha Jones (o con Madame Pompadour o Joan Redfern) parece anunciar que en el futuro romance y aventura le esperan con River Song, un personaje enigmático y sereno que consigue meterse al espectador en el bolsillo a los pocos segundos de su presentación.
La calidad de estos dos episodios no decae en el último tramo de la temporada: ni en el agobiante Midnight ni en Turn Left, una versión del clásico Para el hombre que lo tiene todo de Superman, donde se nos muestra el whoniverso alternativo que habría sido si el Doctor y Donna no hubieran cruzado sus caminos y que ya anuncia lo que va a ser el desenlace donde todas las subtramas de esta temporada y de las temporadas anteriores (y todos los secundarios y personajes de series spin-off, que también tiene su mérito) se encuentran en The Stolen Earth y Journey´s End para un nuevo enfrentamiento con los daleks y su creador Davros, y donde parecen resolverse todas las cuestiones planteadas y, al mismo tiempo, abrir nuevos caminos tanto para Torchwood, con la inclusión de nuevos personajes en su enflaquecido elenco, como para el propio Doctor, ahora nuevamente solo en una Tardis que se le va a hacer mucho más grande.
Russell T. Davies deja, pues, en sitio muy destacado, la serie que él mismo rescató del ostracismo tras prácticamente dieciséis años de ausencia, y aunque se encargará de los especiales del año que viene (¡esta navidad, los Cybermen!), donde no habrá temporada propiamente dicha, ha entregado los trastos de escribir y coordinar a Steven Moffat (¿a qué esperan para vender camisetas que digan Steven Moffat is my Master now?), que ha rechazado un contrato millonario para guionizar la trilogía de Tintín de Spielberg ("Porque llevo desde los siete años soñando con escribir el Doctor Who", según sus propias palabras) para encargarse de la serie que se emitirá, previsiblemente, a partir del 2010, y donde cabe suponer que el Doctor (esperemos que todavía en su décima encarnación, David Tennant es demasiado bueno para dejarlo marchar tan pronto, y cada día que pasa revalida más su título de The Best Doctor Ever), conocerá por fin en su futuro a River Song, esa mujer a la que confesará su nombre verdadero y le enseñó a abrir la Tardis con apenas chasquear los dedos.
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