Me acaba de llegar The Prince Valiant Page, el libro en tapa dura que reproduce páginas en blanco y negro y bocetos y varios desplegables a color del personaje a cargo de su dibujante actual, el excelente Gary Gianni, a la espera de que dentro de unos meses se recopilen sus sundays.
En las primeras páginas, Gianni nos dice:
Príncipe Valiente: en tiempos del rey Arturo, de Hal Foster, es considerada el punto de referencia con el que se miden todas las demás tiras de aventuras de los periódicos. ¿Por qué? ¿Cómo ha conseguido ese estatus esta sobresaliente y longeva saga?
Aparte de todas las respuestas obvias, creo que el sentido del humanismo de Foster llena la tira de una pasión que generalmente se reserva para el material clasificado como gran literatura. Dicho sencillamente, sus historias y arte reflejan un profundo interés en las relaciones humanas. Sus personajes han sido cariñosos y pendencieros, risueños y doloridos en una serie de acontecimientos desarrollados a la manera operística desde hace casi tres cuartos de siglo.
Foster posee la más rara de las dotes artísticas: una paleta bien versada. Por eso quiero decir que podía retratar los horrores de una cámara de torturas además del tierno sonrojo de las mejillas de una dama noble. El más nimio detale, la más diminuta emoción, se presentan junto a enormes castillos en pleno asedio. Si se pudiera acusar a Foster de algo, sería de romanticismo agudo, una aflicción que, en esta época, se vuelve cada vez más rara. ¿Cómo si no puede explicarse el cuidadoso orden en el mundo del Príncipe Valiente? Un estudio del arte revelará estilos de peinado que nunca están demasiado alborotados, y si lo están, están alborotados en el lugar adecuado. En todos los prados y claros que salpican el paisaje, nunca encontrarán una hoja de hierba fuera de sitio.
Es este tipo de exactitud que se extiende a todas las zonas del arte de Foster lo que hace que cualquier imitador de buenas intenciones se ponga de rodillas y pida perdón.
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