Impugna como mujer lo que no supiste defender como jugador de fútbol. Eso podría haberles dicho, no sé, Lola la Piconera a los mandamenos del Cádiz CF, ese equipo de ese deporte que no me gusta, pero que es mi equipo.
Al infierno de segunda B. Per secula seculorum. Hasta que se amarren los machos. O aprendan a jugar. O inviertan.
Ahora lo que tenemos es un estadio cojonudo, o lo tendremos, para un equipo que ni siquiera estará dentro de lo profesional. Y con un sistema de ascensos que complica la cosa una barbaridad.
Lo siento por quienes son, como yo, del Cádiz pero se lo creen y lo viven. Ya ha quedado demostrado, esta semana, que el fútbol es, qué remedio, vendedor de pompas de jabón y sueños efímeros.
Ayer mismo, otra persona a la que no le gusta el fútbol pero entiende de leyes, decía que el recurso no tenía salida. Y alguien más terciaba en que la culpa la tiene sobre todo la afición: todo aquello de "el resultado nos da igual". Parece que no, que en el fondo no daba igual el resultado. Y ahí estarán ahora todos, en el infierno.
Yo lo siento. Porque, lo he dicho otras veces, tenemos una ciudad tan a la deriva que cualquier pequeña alegría es un alegrón gordo. Y porque, visto desde fuera, sin pasión ninguna, con ojo de entomolólogo, el fútbol puede ser divertidísimo.
Hemos pasado en un solo año de querer comernos el mundo con el affaire Baldasano a hundirnos en la triste miseria de perderlo todo en el último partido. Y, además, de enfagar la derrota por un quítame allá un chaval de dieciocho años indebidamente (o no) alineado.
De todo esto, extraigo dos preocupaciones para el futuro: la primera y más importante, que espero que no nos convirtamos ahora en la piñata de todos los otros equipos de la provincia, y viceversa. Ya hemos tenido más que suficiente enfrentándonos a otro equipo y sufriendo por once contra once los topicazos más absurdos que pueden enfrentar a dos comunidades vecinas. Multiplicar ahora ese sinsentido por otros dos o tres equipos también cercanos nos podría convertir en chivos expiatorios de esto de la crisis, y además sin comerlo ni beberlo.
La otra preocupación, no menos importante, por lo que cuesta y para lo que nos sirve, es qué demonios se hace ahora con un estadio Carranza remodelado, gigantesco, donde se va a ver muy poquito fútbol...
Comentarios (14)
Categorías: Cosas de Cadiz