Creía que me pasaba a mí solo, pero después de comentarlo con algún amigo, parece que la impresión no es sólo mía, y eso me escama. Porque vivimos días de calma chicha, donde aquí al cronista le cuesta Dios y ayuda encontrar un tema del que reflexionar con gracia o sin sonrojo cada semana. ¿No lo han notado ustedes también? Aunque el euribor se dispare y las viviendas estén un veinte por ciento por encima de su tasa, a pesar del sempiterno rictus despectivo de Schuster, o que Rijkaard parezca que camine por la cuerda floja y le espere hacer cola en el INEM de los muy minoritarios, aunque los periódicos y los telediarios nos sigan contando noticias atroces, parece que de pronto, desde la calle, vivimos en un silencio de tranquilidades que no sé si es síntoma de placidez o de abandono.

Es como si el famoso periodo de gracia de los cien días de gobierno lo estuviéramos viviendo ahora, por adelantado, pero desde justo al día después de las elecciones, posiblemente para bien, se me antoja que hemos dejado de vivir en el escándalo. Ya saben, esa polarización estúpida entre nosotros y los otros que hemos soportado durante los cuatro años de la anterior legislatura, donde nos despreciábamos los españoles unos a otros no ya por qué partido votábamos, sino por qué periódico leíamos, o por qué canal de televisión era nuestro favorito para ver las noticias. ¿Pero recuerdan ustedes el lunes post-elecciones? ¿Hablaron ustedes de política en el trabajo? ¿Verdad que no? Como si aquí no hubiera pasado nada (y realmente, desde la normalidad democrática, no tendría por qué haberlo pasado), hablamos esa misma mañana de fútbol y de Rodolfo Chikilicuatre: quienes habían perdido las elecciones y llevaban tiempo rajando, hicieron un agradable mutis y dejaron los Apocalipsis para mejor momento; quienes las ganaron, tampoco vociferaron el equivalente adulto al “rabia rabiña” de nuestras discusiones infantiles. Las procesiones y las cabalgatas irían por dentro, pero como en el fondo por una vez parece que es verdad que los dos grandes partidos aumentaron de peso, una sensación de impasse se ha apoderado de la política general de nuestro país.

Tendrá que ver, naturalmente, que los dos generales en liza se han retirado desde entonces a sus cuarteles de primavera para darle vueltas a la cabeza y tachar y apuntar nombres en sus cuadernos privados, y que todo sea provisional hasta nueva orden. O que los escandalizadores profesionales de este país nuestro, esos que uno nunca sabe si están a sueldo de otros o son por el contrario los que aflojan la mosca a los otros, andan ahora muy preocupados dirigiendo la artillería verbal y la de tinta china contra don Mariano, que acaba de encontrar a su niña y al final parece que la niña no es del gusto de todos, por lo que ahora se convierte, don Mariano, la niña, el partido y las perspectivas de futuro del partido, en blanco de los obuses de sus palmeros más reconocidos. Es lo malo que tiene la papeleta que echan por nosotros en la urna: que luego cada cual la interpreta como le da la gana, y aunque los políticos sonrían y digan que han entendido el mensaje en el fondo todos sabemos, ellos y nosotros, que el mensaje lo interpretarán de aquella manera, cada uno barriendo para lo suyo y hasta dentro de cuatro años si te he visto no me acuerdo.

Coinciden todos los analistas en que lo que queremos todos, por si no se han dado cuenta los de arriba, es una entente cordiale entre los dos grandes partidos y donde, además, no se de de lado a los partidos minoritarios, sobre todo si estos tienen muchos más votos que los escaños de otros que son menos minoritarios todavía y que son, por esas carambolas del destino y la ley electoral, los que al final tienen en su mano el destino de todos. O sea, espíritu de concordia, sacrificio en lo que se pueda, a arrimar el hombro y a ver si salimos de la que se no va venir encima. Mismamente, el equivalente político al milagro antigrasa de nuestros detergentes que nos quite de encima la crispación que no sólo no ha servido para nada, sino que nos ha amargado la vida a todos, pensemos como pensemos y votemos como votemos.

En fin, que estamos disfrutando el equivalente nacional a esos días de septiembre en que la playita está de lujo y las cosas se disfrutan con calma y paladeando. Lástima que esta semana, tras la investidura y la formación del nuevo gobierno, lo mismo los políticos dan por finalizado el tiempo muerto, vuelven a la gresca de costumbre y nosotros somos tan tontos de imitarlos.

Publicado en La Voz de Cádiz el 07-04-2008

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Comentarios

1
De: Anónimo Fecha: 2008-04-08 13:41

Es la calma, previa a la tempestad.



2
De: Antoine Fecha: 2008-04-08 15:51

De acuerdo en todo, sobre todo en la última frase.



3
De: Anónimo Fecha: 2008-04-08 17:52

Va a ser una legislatura plácida y tranquila, lo justo para echar la siesta:

http://www.youtube.com/watch?v=YcEOVeIbAgw





4
De: anguloagudus Fecha: 2008-04-08 19:38

Algo está pasando y no se atreven a decirlo. ¿Crisis financiera?



5
De: The IncóluMen. Fecha: 2008-04-08 23:00

Imposición de zonas azules en los barrios periféricos...es lo que se trama,es lo que corre y lo que han "botado" los ppsoes...leyes del embudo,carestía,precariedad laboral,sobreimpuestos,expropiaciones de terrenos,ricos mas ricos,falta de trenas y siquiátricos,etc.
Sólo en bar-celona hay "25.000 sin techo",cuando cada uno podía estar viviendo en una de las diez viviendas vacías ,que les tocaría por persona de esta "siudá",sumen,¿que ironía,no?,je,je.
Salutti.



6
De: Antonio Serrano Fecha: 2008-04-09 10:55

Eso, querido amigo, son las apariencias, pues en los bajos de esta calma chicha seguro que se arremolinan nuevos vientos. Así parece estar sucediendo en los sotanos del PP. Así también en el Banco Europeo. La lluvia de estos días es mera cortina de agua.
Saludos.